Huir en busca de mejor futuro

La prensa internacional a diario da cuenta de gente que prácticamente huye de sus países en busca de un mejor porvenir. En días pasados, otros contingentes de cientos de personas se aprestaban a partir desde Centro América rumbo a los Estados Unidos, pese a las restricciones impuestas no sólo por el gobierno de Trump, sino de los países por los cuales se tiene que cumplir las travesías. Se podría decir que “la vida no es vida” en esas naciones, como también en otras de Sudamérica.

De ahí que se produce el éxodo hacia aquellos que son calificados como desarrollados. Escapan de las pandillas, la falta de empleo y mejores oportunidades para una subsistencia digna. No deja de ser llamativo lo que ocurre en el otrora rico país venezolano donde su gente, hace décadas, se encontraba en una situación económica mucho mejor que en el resto de países del cono sur. Hoy huyen y sus dramas se reflejan en las estaciones televisivas de las ciudades a las cuales arriban tras muchos sacrificios, algo que también vemos acá.

Ya no se trata de simple emigración, sino de huir, escapar, poner fin a las deprimentes situaciones por las que atraviesan en sus lugares de origen, mientras pocos viven bien por ser parte de las cúpulas gubernamentales y políticas de tales regiones, cuyas poblaciones están asoladas por el hambre. Entonces, el destino final para ellos pareciera ser Estados Unidos, país contra el cual los mandatarios, no sólo de los cuales huye casi masivamente su gente, lo hallan como culpable de todas sus desventuras.

Lo evidente es que no existen suficientes empleos, los salarios son paupérrimos, la delincuencia es un azote, pues les quita lo poco que tienen, la atención sanitaria es defectuosa, así como la educación, siendo que en suma ¡así nunca se puede progresar y menos salir del pozo hondo en el que se encuentran! Es por ello que llegan a la conclusión definitiva de que solamente huyendo podrán aspirar a gozar de un mundo mejor.

A propósito, en nuestro medio digamos que la inequidad también está presente, pese a los avances que han podido darse en el campo social, y sin embargo el salario continúa siendo exiguo para la mayor parte de la gente que compensa ello con otros “ingresitos”, fruto, por ejemplo, de la labor nociva del contrabando y, por supuesto, de la creciente “industria del narcotráfico”, los “juqueos”, y cuanto pueda proporcionar más recursos para el hogar donde el jefe de familia percibe un salario mínimo que no le alcanza para cubrir todas sus elementales necesidades.

Y en cuanto a los jubilados, la mayor parte, merced al sistema que está en vigencia desde hace muchos años, sólo percibe una parte y no el ciento por ciento, como otrora ocurría cuando existían sus respectivos fondos complementarios. De ahí que surgen más expresiones en sentido de retornar al antiguo régimen jubilatorio, y entretanto no quieren dejar sus cargos por el temor de recibir muy poco, puesto que no les alcanzará para vivir dignamente.

Mientras, segmentos privilegiados, algo que se asume como “pago a la lealtad”, tienen ese beneficio de pensión total de jubilación. La desigualdad, pues, se la ve y siente aún en el país, algo que seguramente con el transcurrir del tiempo se irá solucionando, siendo que, al menos, la esperanza es lo que último que se pierde, antes de una huida masiva del capital humano boliviano.