Antonio Tovar Piérola
I
La guerra de la independencia en el Alto Perú, hoy Bolivia, tal como nos relata la historia, tuvo una duración de quince años, sin interrupción de continuidad; tiempo durante el que no solamente se suscitaron batallas plenas de actitudes heroicas, sino también verdaderas campañas durante cuyo desarrollo muy especialmente, se fisonomiza una forma de lucha que se confunde con la llamada guerra de recursos o montoneras, modalidad de actuación actualmente conocida como guerra de guerrillas, pero nominada en este caso particular por el Historiador argentino Gral. Bartolomé Mitre, como la Guerra de las Republiquetas y la define como extraordinaria por su genialidad, la más trágica por sus sangrientas represalias y la más heroica por sus sacrificios.
Esta contienda, y sus consecuentes finalidades, se fue gestando desde fines del Siglo XVIII, pero concretamente se inicia el día en que estalla la asonada pública del 25 de mayo de 1809 en Chuquisaca. En el futuro inmediato, vencidos por la superioridad de medios, decenas de patriotas son condenados a la pena capital y los más al destierro, consignando muchos de ellos sus nombres entre los llamados Protomártires de la Independencia. Constituyéndose, todo aquello, en hechos gloriosos de un pasado que jamás debe ser olvidado.
Entre los diferentes acontecimientos que influyeron para que ocurra tales actitudes, el desastre naval de Trafalgar, con la destrucción de la armada española, fue el que selló el porvenir del mundo colonial hispanoamericano.
Circunstancia que se acentúa por la invasión de las huestes napoleónicas a España, colocando los movimientos cesionistas de sus colonias en inmejorables condiciones. El traslado al Brasil de la casa reinante en Portugal, junto al viaje a ese país de Dña. Carlota Joaquina de Borbón, consorte de Dn. Juan de Portugal y hermana de Fernando VII, precipitó la revuelta de los chuquisaqueños el 25 de mayo de 1809, promovida por el prócer Dn. Jaime Zudáñez, junto al político e historiador Bernardo de Monteagudo y otros cientos que incitaron al pueblo a la rebelión de independencia y sus consecuentes repercusiones revolucionarias el 16 de julio de 1809 en la ciudad de La Paz.
Restituido en el trono de España Fernando VII, no pudo restablecer la obediencia en las colonias de América, consumándose en pocos años la pérdida del imperio colonial. Pérdida que se fue concretando en forma paulatina por regiones y movimientos, no precisamente coordinados entre los diferentes caudillos, sino más bien con carácter prácticamente autónomo, ocasionando consecuentemente en el resultado de los hechos, la conformación de los diferentes estados existentes en la región. Esto es lo que también ocurrió en el distrito de Charcas.
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