Mujeres libres

En esta semana que festejamos al Niño boliviano, gracias a la iniciativa de la periodista Aída Albarracín, vale la pena reflexionar sobre el infante en su entorno principal, la familia. Aunque actualmente algunas corrientes insisten en rechazar como algo anticuado y artificial ese espacio de calor humano.

Solemos olvidar que nosotros, ya canosos, también fuimos niños; como también alguna vez fueron chiquilines nuestros padres, nuestras madres, los abuelos, los artistas que admiramos, los científicos destacados, los personajes cuyas biografías nos fascinan.

Un ejercicio motivado por la última gran exposición dedicada al “maestro de maestros”, al pintor lituano Juan Rimsa, en el Espacio Cultural Patiño me ayudó a reflexionar sobre otras “niñeces”, aquellos niños/adolescentes, sus padres, sus madres. Elegí algunas niñas que luego fueron famosas y a sus padres.

Cada nombre trae una historia que rebate muchas de las frases hechas o de los mitos actuales sobre las mujeres urbanas de los años 40/50 en Bolivia, principalmente en La Paz.

Fueron muchísimas las mujeres de vanguardia y casi todas alentadas por sus propios padres para desarrollar su arte y su libertad. Yolanda Bedregal, nacida en el seno de una familia de libre pensadores, era veinteañera cuando decidió ir a estudiar a Nueva York, sola, novia de Rimsa, escultora, dibujante, modelo del propio pintor, poetisa. Como ella misma escribe, su arte no le impedía gustar de bordar o de cocinar. Gran hija, gran madre, gran boliviana.

O el caso de la pintora Graciela Rodo, también vecina del barrio de Sopocachi, quien decidió dejar el colegio a los 13 años para dedicarse al piano y a la pintura, artes que conoció en su propia familia con mamá y tía músicas y visitando el estudio de una pintora. Su padre la alentó a buscar su propio camino. Viajó sola, en barco, hasta la vieja Europa a los 17 años para perfeccionar su arte. Decisiones respaldadas por papá. Las dos hijas de Graciela también son artistas y seres apegados a la madre. “Inmensamente libres”.

Ella también fue alumna de Rimsa, igual que María Esther Ballivián, otra muchacha libre, pintora de desnudos, famosa por su belleza y por sus paseos en El Prado con sus perros. Esposa y madre, forjadora de un hogar lleno de amor. María Luisa Pacheco, Norah Beltrán, Mafalda Córdova, Inés junto a Gil Imaná eran jóvenes libres.

Josefina Reynols, modelo de Rimsa, tenía también su propio desarrollo artístico en Sucre. En periódicos de las épocas o en diferentes referencias conocemos nombres de mujeres que dirigían academias de baile (clásico o folklórico), de literatura- sobre todo poesía, de pintura. Muchas eran modelos desnudos y no encontramos reclamos de la sociedad.

En similares ambientes eran amigas la escritora Virginia Estenssoro o las poetisas de Gesta Bárbara, Beatriz Schulze (junto con su hermano Santiago) o la orureña Alcira Cardona que prefirió ser soltera hasta muy avanzada edad.

Otras grandes hijas/madres/abuelas fueron mujeres alentadas por sus padres desde la temprana niñez. Es el caso de las hermanas Sánchez Bustamante, María Luisa y Carmen, periodistas, sufragistas, creadoras de revistas y de cenáculos para la tertulia vespertina.

Los escritos de Bethzabé Salmón de Beltrán, de sus amigas, de muchas periodistas de la época, o los recuerdos de las creadoras nos muestran una etapa muy lúcida de la familia boliviana, sobre todo urbana e ilustrada. Podríamos aprender mucho de ellas más que de los actuales discursos fundamentalistas que están creando posiciones irreconciliables.