El régimen político anterior al actual y su respectivo gobierno habían creado ciertos vicios que prosperaban en círculos partidarios limitados a las circunstancias y características del país de entonces. Pero un nuevo régimen y un nuevo gobierno cambiaron sustancialmente la situación y los viejos vicios no solo se mantuvieron en el mismo nivel, sino que se dispararon en todas las direcciones, adquiriendo el carácter de una pandemia delictiva asombrosa.
Los defectos que estaban circunscritos a porcentajes relativamente pequeños y con niveles cualitativos de menor cuantía, quedaron obsoletos, pero, sin que nadie esperara, estalló un proceso de corrupción de enormes proporciones y sin frontera que lo detenga.
En efecto, la corrupción se generalizó tanto cuantitativa como cualitativamente en los estratos mayoritarios del régimen y del gobierno, causando verdadera alarma por su difusión. No hay dependencia del Estado Plurinacional e inclusive privada que no sufra las consecuencias del contagio de ese mal virulento, más propiamente convertido en una septicemia galopante, utilizando términos médicos.
La corruptela es enorme. Campea en medios oficiales de todo nivel, ya sean ejecutivos, judiciales, legislativos, castrenses, policiales, sindicales, etc. y cuando más se dice combatirla, más prolifera, al extremo que las cárceles resultan insuficientes para albergar a los irresponsables.
Ese fenómeno se produce a nivel nacional y es tan ostensible que es tema de cada día. Inclusive contamina a entidades privadas, como de choferes, alcaldías, instituciones de beneficencia, empresas, cooperativas, salvo excepciones, y ha adquirido el carácter de pandemia. que se extiende como mancha de aceite sobre el agua.
Con mucha frecuencia se denuncia actos de todo tamaño de corrupción en esferas del Estado, por lo que las autoridades amenazan a los culpables, asegurando que se juzgará “caiga quien caiga”, que se llegará a las “últimas consecuencias, “que no habrá contemplaciones”, afirmaciones que, sin embargo, no se traducen en hechos, ni mucho menos.
En todo caso, todos esos aspectos son efectos de una enfermedad oculta. Es más, no se ataca las causas y solo se ve los efectos, lo cual no frena la corrupción, sino más bien pareciera que contribuye a su crecimiento. El régimen sigue produciendo sus efectos y su expresión política gubernativa mira con indiferencia que donde se pone el dedo, salta el pus.
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