Reacción a exhortaciones de fuera

Los dos tercios oficialistas de la Asamblea Legislativa y el presidente Evo Morales rechazaron como injerencia y violación a la soberanía nacional, una resolución del Senado de los Estados Unidos, cuyo pronunciamiento señala que la reelección presidencial no respeta “la voluntad mayoritaria” del pueblo boliviano expresada en el referendo de 2016; postula que se cumpla los límites del ejercicio del mandato prescritos por la Constitución y se restablezca la “independencia” del Órgano Electoral y demás organismos “clave” del Estado.

Al revuelo a que dio lugar, se agregó la carta que 12 parlamentarios de la oposición dirigieron al presidente Donald Trump, a fin de que plantee a la OEA un pronunciamiento contrario a la reelección de Evo Morales. Los legisladores del MAS han solicitado a la Comisión de Ética que los someta a proceso por “traición a la Patria”, sin perjuicio de una acción penal. Las autoridades indicaron que lo anterior forma parte de un “complot” contra el Gobierno.

No obstante estas reacciones, las resoluciones de los parlamentos no son vinculantes y carecen de eficacia concreta. Tampoco constituyen injerencia ni intervención en asuntos internos de los Estados. Como parlamentos pueden manifestar sus criterios y opiniones sobre aspectos políticos propios o del exterior en ejercicio de su amplia libertad de expresión. En este caso no son otra cosa que exhortaciones a los mandatarios bolivianos y muestras de preocupación por anomalías políticas presentes en el escenario nacional, junto a los afanes prorroguistas por un supuesto “derecho natural” a la reelección indefinida.

Como este cuadro ha reeditado el libreto oficial del sometimiento de gobiernos anteriores al “imperialismo” a diferencia del actual de “dignidad y soberanía”, se puede decir en beneficio a la verdad que como país no somos una potencia que pueda concitar una especial atención de los países centrales del planeta, situación subsistente pese a las afirmaciones de los gobernantes de que desde hace 12 años nos encontramos en un primer plano de la expectativa internacional por lo que hagamos o dejemos der hacer. Al contrario, lo único que no se pasa por alto es el alineamiento oficial con las dictaduras que todavía existen en Latinoamérica.