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[Armando Mariaca]

La pasión de Jesús es una lección de amor y humildad


Hoy, Viernes de Pasión, se recuerda la muerte en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo que dio Su vida para salvación de todos los hombres y mostrarles caminos que permitan vencer todos los males, superar las angustias y conseguir el perfeccionamiento de las almas para asegurar no solamente la vida presente sino la eterna. En nuestro país, Bolivia, somos cristianos y esencialmente católicos; parte de la población abraza el cristianismo como parte de su vida y en preparación para la eterna; sin embargo, muchas veces debemos lamentar que el catolicismo pregonado no lo ejercemos plenamente ni menos respondemos ante Dios y ante nuestros semejantes por nuestros actos; estamos muy lejos de cumplir con los Mandamientos y con todo lo que Jesús predicó en Su vida.

Jesús, al dar Su vida nos aseguró la salvación eterna y la búsqueda del perfeccionamiento para nuestra vida temporal; nos mostró los caminos que permitan superar todos los males; pero, imbuidos de soberbia, -uno de los mayores males, sino el principio- que aquejan a la humanidad, porque desafiamos al Señor al obrar egoístamente, sin humildad y ninguna práctica de virtudes que podrían encontrar los caminos de los valores y los principios que nos conduzcan a mejores días.

Muchas veces hacemos ostentación de nuestro cristianismo, pero sin practicarlo y menos teniendo humildad, sencillez y comportamientos acordes con los Mandamientos de la Ley de Dios. Soberbios y petulantes, creemos ser lo mejor cuando la realidad nos deja lecciones en el día a día de cuán equivocados vivimos porque estamos muy lejos de practicar nuestras virtudes; esperamos siempre que los demás actúen de acuerdo con nuestras conveniencias y surgen las divergencias, los desacuerdos.

Jesús mostró caminos claros para nuestro vivir terrenal y asegurarnos la vida eterna que El prometió y aseguró con su Vida, Pasión, Muerte y Resurrección. Somos limitados porque la falibilidad es nuestra condición humana al no actuar con la debida humildad; creemos ser infalibles, una condición que solamente Dios la tiene. Desde las diferentes funciones que cumplimos en la vida podríamos alcanzar perfeccionamiento y práctica de virtudes y no lo hacemos porque estamos seguros de ser y saberlo todo y no necesitar el auxilio y amor permanente de Dios.

Muchas veces, los gobiernos se precian de practicar el cristianismo aunque no siempre están acordes con él; no siempre actúan en servicio y amor del bien común partiendo del principio de que el cristianismo es servicio y práctica del bien, es entrega y es amor, es disciplina y es eficiencia, honestidad, honradez y responsabilidad. Quienes poseen poder político, económico, social o de cualquier índole casi normalmente creen que la tenencia de poder es causa y motivo para enriquecerse, asi sea ilegalmente, y no cumplir con los deberes o, si se lo hace, especialmente cuando se trata de servir desde un cargo público, hacerlo de mala gana, como sea, porque “es del Estado” lo que se pone bajo nuestro cuidado y responsabilidad. Actuamos como si el Estado no fuese parte de nosotros mismos porque el Estado somos los estantes y componentes de la nación, sus bienes, sus perspectivas y posibilidades, su actual y futuro vivir en armonía y cumplimiento de las leyes porque el Estado es eterno, es permanente; en cambio, el gobierno es siempre circunstancial, momentáneo, efímero porque su duración, por muchos años que disponga del poder, legalmente o no, siempre es corto. El gobierno de un país está compuesto por los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial y cada uno debe actuar independientemente de los otros, pero muchas veces no ocurre ello porque la soberbia y la petulancia dispone que todos sean parte y dependencia de quien está al mando de todo y de todos porque ejerce sus funciones en planos de dictadura o, peor, de tiranía. Esto, por supuesto, no es cristiano y menos católico porque se olvida al hombre que es el ser que merece respeto y consideración, amor y entrega, vocación de servicio y un actuar, de todas sus autoridades, apegados a las leyes tanto de Dios como las propias que son del Estado.

El gobierno, los partidos políticos sea que estén en el poder o en el llano, deberían meditar sobre lo que significa y es este día Viernes Santo, recuerdo de la Muerte de Jesús, sobre los fines que tienen sus agrupaciones, grupos o partidos y hacerlo bajo el principio de que la política debe ser entrega, servicio, amor y respeto por los derechos de todos los componentes de una sociedad que busca la solución de sus problemas y la superación de los males que la dividen, la distorsionan, la minimizan y la hacen vulnerable y débil. Todo esto implica abandonar la soberbia y la petulancia, sentimientos mezquinos de venganza y rivalidad, intenciones revanchistas, posiciones antagónicas, yerros que muchas veces se cree que están en contra del gobierno pero que en sus resultados y consecuencias las sufre y paga el pueblo.

Hoy, Viernes Santo, es propicio para ver en nosotros mismos, para mejorar comportamientos, para ser en verdad católicos, no solamente por efecto del bautizo, sino en todos los actos de la vida pública y privada. Así, Cristo en la Cruz para luego ser Cristo Resucitado y Cristo Hijo de Dios nos bendiga y prodigue su amor para que todos actuemos en concordia, unidad y comprensión; que seamos lo que todos esperamos y creemos ser: hijos dignos de Dios y de la Patria.

 
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