Cuatro vientos
Diputados de Chile plantearon al presidente Sebastián Piñera una agenda sin exclusiones con Bolivia, incluida la cuestión marítima. Autoridades del gobierno nacional recibieron la noticia con optimismo.
Cabe preguntar ¿hasta dónde es voluntaria y de buena fe aquella iniciativa parlamentaria justo cuando está presente la temática del Silala? A nuestro juicio y sin ánimo de echar más leña al fuego, estas serían las razones que obligaron a los diputados chilenos a sugerir a Sebastián Piñera una apertura diplomática con Bolivia.
En primer término, el éxito de la lucha militar contra el contrabando proveniente de Chile, al impedir el ingreso de decenas de camiones con mercadería, incendiarlos y controlar cientos de rutas clandestinas por la extensa frontera.
En segundo lugar, la utilización cada vez mayor del puerto peruano de Ilo con carga boliviana de exportación e importación.
En tercer lugar, la modernización de los puertos internacionales vecinos de Canal Tamengo: Jennefer, Gravetal y Aguirre. El proyecto de gran envergadura para acceder al océano Atlántico por la Cuenca Paraguay-Paraná. El traslado de carga por los ríos Ichilo-Mamoré y otros de la Cuenca amazónica.
En cuarto término, la alianza del Estado con el empresariado productor de etanol-biodiesel y con el empresariado exportador, que se definió como una autopista de colaboración entre las empresas y las iniciativas del Estado.
Este conjunto operativo logró, por ejemplo, que la Terminal Portuaria de Arica reciba menos carga, reduciendo, paralelamente, inversiones bolivianas en el Norte de Chile; que el contrabando cada día vaya perdiendo espacios de penetración en nuestro territorio, fortaleciéndose por esta causa, a mediano y largo plazo, la industria nacional.
Intuimos que las poblaciones chilenas, que en más de un siglo apoyan su economía local con lo que gasta e invierte el paso tradicional del transporte boliviano, posiblemente estén presionando a sus representantes en el parlamento de Chile.
En realidad, los diputados jugaron una carta de buenas intenciones que, en el fondo, no cambia ni cambiará la política marítima del Estado chileno, pero, en contrapartida, el impacto negativo de esta política también perjudica a miles de ciudadanos chilenos.
En tal contexto, no olvidemos la mala fe del país vecino, sobre la realidad del manantial Silala que es confundido, por geopolítica, con un río de curso internacional.
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