Nuestra Sudamérica

Nuestros mayores, obviando sus nacionalidades de origen inclusive, asumieron históricos retos, en el proceso que tendía a construir el sistema de libertades, tras haber sido desbaratado el régimen sojuzgador foráneo, en tierras americanas.

Lo hicieron, por amor a la libertad, en un haz de voluntades. Y de manera desinteresada, con una visión integracionista y en busca, fundamentalmente, de un futuro mejor. No se advertía susceptibilidad alguna. Todos estuvieron hermanados en el seno mismo de Sudamérica.

Compartían, en ese marco, penas y alegrías, avances y retrocesos, fortalezas y debilidades. El objetivo fue consolidar, sobre todas las cosas, la libertad, recuperada de fuerzas externas, que detentaban el poder político y económico, en la región.

Nadie se sentía ni era considerado extranjero. Bolivianos gobernaron Argentina y Perú. Un venezolano fue el primer presidente de Bolivia. También un militar de la misma nacionalidad ocupó la Primera Magistratura de Ecuador.

Colombianos y chilenos eran ciudadanos de ambos países al correr 1820. Podían ser candidatos para cualquier situación pública, menos para presidente de la república. La rectoría de la Universidad de Chile fue concedida a un venezolano. Y tuvo como embajador a un guatemalteco.

Sudamérica, aunque algunos digan lo contrario, es la Patria Grande, conformada por 12 países, que buscan un destino común. Una región sacudida, hoy como ayer, por problemas socio-políticos. El hambre y la pobreza configuran el rostro sufriente de amplios sectores populares. La corrupción provocó la caída de varios dignatarios de Estado. El negocio de la droga, de vehículos indocumentados y el contrabando, generaron nuevos potentados. La democracia y el autoritarismo compiten por ganar terreno y nuevos adeptos. Aún se mantienen abiertas algunas heridas provocadas por conflictos bélicos. El enclaustramiento marítimo boliviano sigue en la agenda de las discusiones bilaterales y multilaterales.

Éstos y otros impasses serán solucionados, tarde o temprano, con la unidad, el entendimiento y desprendimiento, de todos quienes conforman Sudamérica. Gobernantes y gobernados tendrían que contribuir con actitudes constructivas a ese propósito que redundará por la paz continental.

Sudamérica surgirá, ante todo y sobre todo, como la región promisoria, con muchos logros, por el bien común. Y los países, que se aglutinan bajo su paraguas, se requieren, los unos a los otros, para retomar la iniciativa de la interdependencia, a fin de edificar un mundo a la altura de los tiempos actuales. Aquéllos son 12, entre grandes y pequeños, ricos y pobres, con un crecimiento poblacional y económico, permanentes.

Los países sudamericanos están fuertemente ligados por tradiciones, culturas e idiomas, afines. Capaces, además, de hacer frente a los peligros que los acechan. Del mismo modo a los desafíos del futuro.

En suma: redoblando esfuerzos y con la mediación del entendimiento superará sus problemas…