Con miras a las elecciones de octubre, hay inquietud en los grupos políticos que intervendrán, pero sin que se vislumbren posibilidades de unidad en la oposición porque todo señala que cada partido, grupo y candidato se siente seguro de ocupar puesto importante en los resultados del encuentro electoral; pero, la verdad es que el pueblo espera actitudes constructivas y esperanzadoras para lo que resulte -con el ganador que sea- después de las elecciones.
Importante sería conocer qué dicen los candidatos sobre las expectativas del pueblo, sobre lo que sería ideal que cumplan y sobre las esperanzas que abrigan de no ver más demagogia y populismo que, hasta ahora, sólo ha causado decepciones y amarguras. Lo importante, ahora y siempre, es saber qué es lo que se hará, qué urgencias serán atendidas con la premura debida, qué harán para derrotar a males como el narcotráfico, el contrabando y, sobre todo, a la corrupción; qué medidas se adoptarán para evitar que la burocracia crezca de acuerdo con las conveniencias de grupo y se piense, siquiera mínimamente, en conservar cargos en la administración pública en base a la profesionalidad, la honradez, la honestidad y la responsabilidad de los ciudadanos que trabajen con el gobierno.
El pueblo cree que nada se saca con mostrar en el espacio pre-electoral, programas ampulosos, ofertas generosas, planes fantasiosos e intenciones incumplibles. El pueblo quiere que se anuncie lo que se vaya a cumplir, así sea poco pero sea efectivo, cierto, factible, responsable y que ayude a salir de la extrema pobreza en que nos encontramos; cómo encararán políticas de salud y educación; cómo piensan conformar el equipo que trabajará en el gabinete o en cargos que sean clave y si para ello convocarán a los mejores profesionales y técnicos así sean independientes o pertenezcan a otros grupos o partidos políticos.
Cómo encararán la reorganización total del cuerpo diplomático y si tendrán cabida en él los profesionales de carrera, los que tienen experiencia y han dado muestras de eficiencia, honestidad y responsabilidad, los que han jugado papeles importantes en anteriores encomiendas que les hizo cualquiera de los gobiernos del pasado, porque, para el pueblo, la improvisación, la designación de gente nada preparada, ya es suficiente con lo ocurrido en los últimos años.
¿Dispondrán que tanto las Fuerzas Armadas como la Policía estén al servicio del país y dejen de ser apéndices del gobierno al que sirven por intereses creados incondicionalmente? ¿Determinarán que la Contraloría y otras instituciones asuman, finalmente, las funciones que tienen fijadas por ley? ¿Planificarán políticas ciertas, honestas y dignas para los sectores pobres, especialmente campesinos para que efectivamente sean incorporados plenamente a la vida nacional? ¿Prescindirán de grupos de choque que atenten contra los derechos humanos?
Es poco, muy poco lo que deben hacer los candidatos y sus grupos o partidos; es poco y realizable, es poco porque el país está cansado de promesas que nunca se cumplen y que han sido enunciados simplemente en busca de más poder. Lo que la Patria espera de sus gobernantes es que actúen con un mínimo de humildad, que destierren la soberbia y la petulancia de su accionar como autoridades, que entiendan que en el servicio al pueblo radica el éxito que puedan conseguir; que comprendan que todos los componentes del país sin distinción de raza, religión, idioma, grado de educación y cultura, posibilidad económica o en pobreza, todos somos bolivianos y como tales merecemos respeto, consideración, mesura y tino en el actuar de los gobernantes.
La Patria y su pueblo esperan, pues, disciplina, trabajo eficiente, apego a la verdad en todos los comportamientos, eficiencia, eficacia, honestidad y responsabilidad. Se espera que sepan cumplir lo que prometen o, también, espera que sepan callar, no hacer demagogia ni usar máscaras y caretas para mostrar lo que no es ni puede ser; se espera que se tome en cuenta a los mejores que el país tiene, que invite a profesionales que hacen la grandeza de otros países cuando aquí, en Bolivia, pueden hacer mucho y con gente nuestra; que los valores y principios sean normas practicadas permanentemente; que comprendan, desde el inicio de su gestión, que la austeridad es virtud que permite grandezas y riquezas; que la disponibilidad de bienes y dineros del Estado debe ser controlada y debidamente informada y con las rendiciones de cuentas debidas porque se trata de propiedades del Estado y no son del gobierno ni menos del partido; que lo que pertenece a la nación no puede ser usado o manejado conforme a intereses o conveniencias personales o de grupo.
El país espera poco si se actúa con la suficiente honestidad, si la verdad prima en todos los actos y si hay, realmente, deseo de amar y servir, de mejorar lo bien que se haya hecho y emprender los caminos del desarrollo y progreso sostenidos con miras a superar la extrema pobreza no solamente en lo material sino, sobre todo, en la formación de niños, jóvenes, adultos y profesionales que mejoren su capacidad para servir al bien común.
Es poco, muy poco lo que se exige, que se debe exigir a los candidatos, y ellos, conciencialmente, pueden comprobar que es poco lo demandado para que cumplan. Si alguno no está en condición moral de cumplir lo pedido, que lo diga, que no mienta y que renuncie, a tiempo, a la pretensión de gobernar el país.
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