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[Severo Cruz]

Apoyo chileno a causa boliviana


En el pasado mediato no fueron políticos chilenos oportunistas quienes se pronunciaron a favor de la causa marítima boliviana sino personalidades con solvencia moral.

Entre ellos intelectuales y diplomáticos, quienes se dignaron reiterar su respaldo a Bolivia, en el tema ya mencionado, en concordancia con el principio de convivencia pacífica. Y, particularmente, llevados por el sentimiento de hermandad, que ha animado siempre a los pueblos latinoamericanos.

No lo hicieron, como aquellos en busca de respaldo popular, en ocasiones electorales, o sea buscando el voto de los residentes bolivianos en Chile, que les permita crecer, aunque mínimamente, en la carrera presidencial. Éstos nos hicieron un flaco favor ante la comunidad internacional y para nuestros propósitos tendentes a recuperar la salida libre y soberana al océano Pacífico.

Tenemos pruebas al respecto. Entre las décadas del 40 y 50 del siglo pasado, conocidas figuras del mundo intelectual y diplomático chileno marcaron un hito con sus opiniones que disentían con la versión oficial de los gobiernos del país vecino, referente a la cuestión marítima. Discrepaban, asimismo, con el criterio que sustentaban algunos sectores privilegiados.

“Me duele observar que en nuestro país (Chile) no hay la justa y humana comprensión de este problema”, remarcó, a fines del 40, uno de los altos exponentes de la intelectualidad chilena, Alberto Mackenna Subercaseaux (1).

Desgraciadamente, siempre estuvo ausente “la justa y humana comprensión” chilena para abordar, en un marco de amistad y respeto mutuo, el asunto del centenario encierro geográfico boliviano.

Pero aún es tiempo para despejar el camino sembrado de suspicacias, obviando inclusive la decisión que asumió La Haya, a fin de emprender el diálogo boliviano - chileno, tan esperado. Un diálogo sin circunloquios, honesto y transparente, en la búsqueda de una histórica solución, que colme las expectativas de los dos países involucrados en el conflicto.

“La hora de la justicia ha de llegar, y quizás, más pronto de lo que hoy podemos pensarlo”, anota, asimismo, aquel intelectual (2).

Ciertamente “que la hora de la justicia ha de llegar”. Esa justicia surgirá del diálogo sincero y de cara a la historia y los hombres. Y llegará lo antes posible, porque así lo decidirán, en consulta con sus intereses, tanto Bolivia como Chile. En esa perspectiva se multiplicará y reafirmará la solidaridad con el país.

“Aunque entre nosotros (los chilenos) hay quienes sostienen que nada tenemos pendientes con Bolivia, después del Tratado de 1904, es necesario considerar que esta es una apreciación unilateral”, indicó, asimismo, a principios del 50, el Embajador chileno en La Paz – Bolivia, Jorge Saavedra Agüero (3).

Algunos chilenos, como éste diplomático, están conscientes de que el problema marítimo, secuela de la invasión del país trasandino de 1879 a territorio boliviano, no fue cerrado con el Tratado de 1904, sino que persiste, como signo de distanciamiento de dos naciones que comparten una frontera común.

En suma: nuestro reconocimiento a la actitud de algunos chilenos que se identificaron con la causa marítima boliviana.

(1).- Guillermo Céspedes Rivera: “Los buenos amigos chilenos”. Presencia, La Paz – Bolivia, 3 de febrero de 1985.

(2).- Ídem.

(3) Idem.

 
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