Personalidades, de reconocida trayectoria política, sobrellevaron con serenidad y fortaleza el vía crucis, por sus ideas e ideales, en el pasado mediato. En síntesis: por haber asumido actitud divergente y difundido proyectos de cambio por el bien común.
Soportaron tal exceso en tierras extrañas, bajo otros gobiernos y en un medio social desconocido. Habían sido despedidos de su hábitat. Es decir que fueron desterrados por quienes se creían fuertes.
Muchos de ellos han dejado sus restos en el camino de la búsqueda de un mundo mejor. Algunos sobrevivieron, pero con cicatrices, que no se cerraron, pese el transcurso del tiempo.
Pagaron caro, en la expatriación. Pasaron penurias. “Oscar Únzaga de la Vega (fundador de Falange Socialista Boliviana) vivía allí (en Chile) con su madre en medio de una gran estrechez económica, lo que hacía que yo procurara acompañarlo frecuentemente y alentarlo en sus empeños de lucha”, recuerda Julián V. Montellano, quien fuera vicepresidente de Gualberto Villarroel, malogrado dignatario de Estado (1).
Pero había quienes se reían de la desgracia ajena. Pensaban que habían sentado precedentes, al echar fuera del país a hombres íntegros y de valía, para que nadie más levante la voz discordante y contestataria. El mundo da vuelta y a ellos también les tocó vivir situación similar.
“La despedida fue breve. Paz acompañado de Ovando y Cerruto, seguido de otros oficiales, cruzó el hall del aeropuerto hasta la escalerilla del TAM-011, avión presidencial. Un vehículo que protegió al avión hasta que decoló a las 10 y 13. El avión se elevó rumbo a Lima” (2).
Así relata la prensa nacional acerca la huida de Víctor Paz Estenssoro, una vez que se produjo el golpe de Estado de 1964. En aquella ciudad, Paz Estenssoro tuvo que ganarse la vida como docente en una Superior Casa de Estudios. En el exilio le acompañaban su esposa e hijas.
Otro caso: la señora Clemencia Santa Cruz de Siles, esposa de Luis Adolfo Siles Salinas, inmersa en profunda incertidumbre, en circunstancias que él había sido depuesto del Poder, sólo se limitaba a decir, “Mi esposo no dimitirá hasta tanto Ovando no tenga apoyo del pueblo” (3).
“Sin embargo -añadió- me pidieron interceder para que mi esposo dimita a condición de darme plenas garantías para que Siles y mi familia nos traslademos a cualquier punto del exterior”.
Luis Adolfo Siles Salinas, por lo visto, no tenía un lugar determinado, fuera del país, para vivir la desgracia del exilio. Aquellas son palabras desgarradoras de la mujer que respiraba angustia y preocupación ante una realidad adversa.
Son cosas de la actividad política del pasado mediato. Cosas que reflejan la inestabilidad e irresponsabilidad que marcaron diferentes circunstancias de la historia Patria. Ojalá no vuelvan a ocurrir semejantes despropósitos.
En suma: que las nuevas generaciones eviten incurrir en hechos de esta naturaleza tan vergonzosos.
(1) “Conversaciones con el Dr. Julián V. Montellano”. Ultima Hora, La Paz – Bolivia, 11 de noviembre de 1983.
(2) “Como huyó Paz Estenssoro”. Presencia, La Paz – Bolivia, 5 de noviembre de 1964.
(3) “Mi esposo no dimitirá hasta tanto Ovando no tenga apoyo del pueblo”. EL DIARIO, La Paz – Bolivia, 27 de septiembre de 1969.
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