Según anuncio del Ministro de Defensa del Perú, su gobierno comprará dos radares que, añadidos a los dos existentes (uno en reparación) servirán para “evitar vuelo de narcoavionetas que ‘sacan la cocaína producida en el centro y el sur del país hacia Bolivia a través de distintas pistas clandestinas’”. Añade el informe: “Con esos radares se busca mejorar el control del espacio aéreo peruano sobre las principales zonas productoras de cocaína, especialmente en el Valle de los ríos Apurimac, Ene y Mantaro (Vraem), la mayor cuenca cocalera del país”.
“El Vraem abarca cuatro regiones del Perú en la vertiente oriental de los Andes. Vraem concentra alrededor del 70% de la producción nacional”, señala la información. Perú es el segundo mayor productor mundial de cocaína al fabricar unas 400 toneladas métricas anuales, de las que cerca del 70% procede del Vraem. La cocaína peruana procede de las 50.000 hectáreas de cultivos de coca que existen en ese país y que es la materia prima para elaborar la droga, una superficie donde casi la mitad de estas plantaciones está concentrada en el Vraem, según el último informe de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unode) de EEUU”. (ED 1/4/19)
Atacar la producción, traslado y comercialización de drogas alucinógenas debe ser labor prioritaria de los países productores, como son Colombia, Perú y Bolivia; hacerlo con todos los medios disponibles y añadir a esos medios radares para detectar las narcoavionetas, es una medida muy acertada, puesto que solamente su derribe puede frenar el permanente traslado hacia regiones de distribución, como seguramente tiene organizado el sistema mundial del narcotráfico.
Según las autoridades peruanas, “hay intención de combatir a las drogas en forma drástica y por ello es que se ha decidido la compra de dos radares más para añadir a los dos existentes, uno en funcionamiento y otro en reparación que prontamente será puesto en servicio”. El costo de estos implementos seguramente es elevado; pero, con lo mucho que se decomisa e incauta a quienes producen, trasladan y comercializan la cocaína, es posible pagar los costos y, además, contar con un servicio eficiente de mantenimiento. Lo que corresponde, en todo caso, es llevar a cabo los propósitos antes de que la organización ilegal de la droga alcance límites imprevisibles.
En Bolivia, tanto las autoridades del gobierno como las Fuerzas Armadas tendrían que imitar las experiencias del Perú y haciendo acopio de dinero y esfuerzos adquirir radares que permitan evitar que narcoavionetas a través del aire trasladen droga, sea marihuana, crack o cocaína, a regiones fronterizas o sitios estratégicos. Cualquier medida que se adopte en contra del narcotráfico es conveniente y urgente para el país; de otro modo, se corre el riesgo de incrementar no solamente la producción sino la comercialización y consumo de drogas.
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