Excepto en pocas etapas de su historia, la economía de Bolivia giró en torno a la extracción y exportación de materias primas, en particular metales y minerales y, en esa forma, el país se convirtió en abastecedor de productos estratégicos para su industrialización allende los mares, en naciones de alto desarrollo tecnológico.
Primero fue la explotación y saqueo del oro, a la que siguieron la de la plata, la goma, las maderas, seres humanos y profesionales. A esos factores se sumó la exportación de petróleo y gas en proporciones considerables.
Al parecer esa etapa de la historia económica boliviana había terminado, según ofrecimientos de partidos políticos que tomaron el poder, y que predicaban en forma ardiente que ese sistema iba a desaparecer bajo su gobierno.
Sin embargo, pese a los calurosos prometimientos, esas ofertas cayeron en saco roto y derivaron en palabras que se lleva el viento y el país continuó explotando y exportando metales, minerales y otros, sin la menor posibilidad de que sean industrializados dentro del país. No solo eso, también nuevos gobernantes, considerando que el dinero es todo y es la tabla de salvación de sus problemas, ampliaron la exportación de materias primas a otros recursos naturales, entre ellos el litio y derivados, oro y otros y, finalmente, el hierro del Mutún.
En esa forma, el proceso histórico boliviano no solo derivó en un sistema económico extractivista de mayor dependencia, sino también en un sistema político de sometimiento en relación con potencias coloniales emergentes o de viejo cuño, con el agravante de que las posibilidades de independencia nacional se alejen casi en forma definitiva y las condiciones del país deriven en características coloniales más agudas que en todos los tiempos.
Esa apreciación viene a cuenta con motivo de que la Empresa Siderúrgica del Mutún ha informado que al primer trimestre de 2019 ha exportado 20 mil toneladas del mineral de hierro crudo, para fundiciones que lo industrializan en Argentina, lo cual significaría el magro ingreso de unos dos millones de bolivianos para la empresa estatal, teniendo asegurado el consumo por mucho tiempo más.
En esa forma, los hechos confirman que los programas de industrialización, liberación económica, superación de la dependencia política colonial, etc., son sueños de verano que son difundidos con sentido demagógico, lo cual les asegura su estabilidad en el poder.
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