La mala situación en que se encuentra el pueblo nicaragüense, debido a las políticas tiránicas de Daniel Ortega, se agrava con más muertes de los que participaron en manifestaciones y protestas contra el régimen por reclamar libertad y vigencia de los derechos humanos; pero Daniel Ortega, impertérrito, no hace caso a las incitaciones de organismos internacionales como Naciones Unidas, la OEA y oficinas de Derechos Humanos; menos toma en cuenta que la mayoría de la población mundial reclama por los derechos de los nicaragüenses.
Hasta hace poco más de dos semanas, la cantidad de muertos llegó a 568 personas; los problemas por la elevación del costo de vida, la carencia de alimentos, medicinas y productos esenciales para la vida de los hogares, se hacen más graves; la persecución a los miembros de la oposición, que bien podría llamarse todo el pueblo, aumenta y el dictador continúa apoyado ciegamente por las fuerzas armadas y grupos especiales de represión.
¿Cuánto podrá soportar un pueblo frente a la fuerza desplegada por la persecución y las armas? ¿Hasta dónde será capaz de pedir, casi inútilmente, que organizaciones mundiales impongan no solamente sanciones sino que obliguen al dictador a suspender las acciones de fuerza contra su pueblo? ¿Hasta cuándo las Fuerzas Armadas que se dicen defensoras de la Constitución, las leyes y los derechos soberanos del pueblo, dejarán que la tiranía atente tan sañudamente contra los derechos humanos, aplicando sanciones duras a quienes disienten con el régimen?
El caso es muy similar al de Venezuela, donde el tirano Nicolás Maduro cobra más víctimas y somete al hambre y necesidades al pueblo, sigue empeñado en “doblegar” la voluntad popular que exige vigencia de las libertades y respeto a los derechos humanos. Nicaragua, respaldada por el régimen castro-comunista de Cuba, no tiene posibilidad alguna para frenar la represión ejercida contra el pueblo. La Iglesia Católica y otras confesiones cristianas reclaman por los derechos, las libertades y las necesidades del pueblo; los medios de comunicación social viven controlados por el régimen y bajo amenazas no pueden decir algo ni reclamar; las instituciones que trabajan al margen del gobierno prácticamente viven sometidas por las amenazas que pesan contra ellas.
Para el pueblo nicaragüense que vive esperanzado en que todo el drama se termine, aún hay el sostenimiento de la fe y la esperanza de que el gobierno tiránico tome conciencia del mal que hace a todo el país, tan solo por seguir en el poder, imponiendo todo tipo de sacrificios y guardando silencio por las muertes, por los heridos y presos existentes en las cárceles. Nicaragua, como Venezuela, resulta víctima de atentados contra libertades y derechos humanos, sin que nadie pueda hacer algo para cambiar cuadros, muchas veces de terror, y lo único que está presente es la voluntad y valentía del pueblo que, pese a todo, desafía al régimen tiránico.
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