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[Eric Cárdenas]

Ante la política del odio, la unidad patriótica


Una de las características del populismo es la de la prédica del odio, y así lo expuso la señora Martha Harnecker, teórica del socialismo marxista, en su visita que hizo al país en los primeros meses de gestión del actual régimen de gobierno. Y propuso en su recetario para un gobierno de corte socialista autoritario, identificar a los “enemigos” del proyecto para combatirlos y, por supuesto, destruirlos, lo que llevó al gobierno a combatir primero a los k’haras. Así en su programa bajo el subtítulo de: emancipación y contra hegemonía, para destruir la dominación k´hara dice: “quitar el alma a la sociedad mestiza y blanca. Los mecanismos utilizados apuntan a desestructurar las bases materiales y subjetivas que lo sostienen, principalmente aquellos referidos a la valoración de la clase media y los profesionales”.

La política anti k´hara se volcó a la persecución de la dirigencia cívica cruceña, para lo cual se montó todo un escenario de supuesta conspiración para dividir al país y asesinar al caudillo indígena. El corolario de esto fue la ejecución sumaria de un grupo de extranjeros y bolivianos en el Hotel Las Américas de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra y posterior enjuiciamiento y encarcelamiento de dirigentes cruceños y aún hasta ahora algunos siguen privados de libertad. El principal cabecilla de ese grupo, el húngaro boliviano Eduardo Rózsa, fue traído de Europa, por gente del mismo gobierno y el Fiscal asignado al caso huyó del país y declaró a la prensa internacional que todo fue un montaje del gobierno.

A la vez se desató una política anti neoliberal, siguiendo el libreto de la intelectual chilena Harnecker, desatando una campaña propagandística de negar todo el pasado histórico y señalarlo como negativo y contrario a los intereses del país. Nada que se hizo en el pasado, merece señalarse, ni siquiera la obra constructora de Bolivia de Andrés de Santa Cruz, y la Revolución Nacional que dio el salto histórico del colonialismo al Estado Nacional. Se denigró y persiguió a autoridades de anteriores gobiernos, e incluso se provocó la muerte de algunos de ellos, como Bakovic, Fortún, Kieffer y otros.

En esa política de odio, el régimen asaltó los gobiernos departamentales y municipales, en los que habían sido elegidos, por voluntad popular, dirigentes de la oposición, con el argumento de supuestos delitos armados por los fiscales y jueces a su servicio, pues todos los órganos de poder fueron copados por el gobierno. También se armó toda una trama en Filadelfia-Pando, con la finalidad de echar del gobierno departamental a un líder regional, Leopoldo Fernández, que estuvo ocho años en la cárcel y perseguidos varios opositores al régimen.

Más tarde vino el caso Chaparina, donde los indígenas que marchaban desde su tierra a la sede de gobierno, en defensa de la intangibilidad de su territorio como área protegida, fueron “brutalmente” agredidos por fuerzas policiales, sin considerar a las mujeres, niños, y ancianos, desnudándose el rostro real del régimen, que no había sido indigenista. Una larga cadena de hechos violentos caracterizó al régimen que, en estos casi catorce años, ha arrojado un centenar de muertos, cientos de exiliados y decenas de detenidos en las cárceles por motivos políticos, es decir por oponerse al poder hegemónico del populismo gobernante.

El empresariado fue restringido en sus exportaciones, y la propiedad privada en el área rural fue avasallada, lo que ha significado la ausencia de inversiones directas de capital externo, aunque en estos últimos años, los jerarcas del régimen fueron a Nueva York y Londres en busca de capitales. Y hace pocos días el Presidente del Estado Plurinacional viajó a un país árabe, a un evento de inversionistas de capitales, a ofrecer el país al capitalismo externo, pues los gobernantes de países socialistas-comunitarios se han tornado en capitalistas de última hora.

La prédica del odio político contra los k´haras, la media luna (cambas), los neoliberales (todos los que no siguen el populismo socialista indigenista), la Iglesia católica representada por sus autoridades naturales (aunque ahora el presidente candidato apareció engullendo hostias), las clases medias urbanas, los intelectuales y profesionales, ha dividido a los bolivianos, ahora entre demócratas y populistas (aunque éstos ahora hablan de democracia), determinando un grave riesgo para la seguridad y defensa nacional. Más aún cuando la mayoría de la ciudadanía pide el respeto al pronunciamiento del pueblo en el referéndum del 21F, que dijo ¡NO! a una cuarta repostulación del binomio gobernante, porque así también lo señala la Constitución Política del Estado. Frente a esta situación de odio y división, proponemos la unidad de los patriotas, en defensa de la democracia.

El autor es Abogado y Politólogo.

 
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