La noche del 7 de mayo se vivió una memorable velada musical. Seguramente Londres, París, Nueva York y otros grandes escenarios musicales disfrutan tanto virtuosismo como en el Salón Tihuanacu del Ministerio de Relaciones Exteriores, que tuvo el nivel de jerarquía musical de aquéllos, gracias a la nueva presentación de Ana María Vera, esta vez acompañada del violinista inglés Thomas Gould. Concierto ofrecido en memoria de don Mario Vera Paredes.
Escuchar la sonata para violín y piano N° 9 de Beethoven, interpretada por dos virtuosos en el piano y el violín, fue extraordinario. Ana María, nuevamente entre nosotros, nos ha deleitado como siempre y esta vez trayendo como regalo a un grande del violín, Thomas Gould, tocando en una hechura del lutier Giovanni Battista Guadagnini de 1782. Tocaron con la destreza y sublimidad que exige la composición. Es otro de los méritos de la Fundación Bolivia Clásica, hacernos conocer a los grandes que brillan en el mundo, que de otra forma no tendríamos el privilegio de conocer y apreciar.
La sonata N°9, seguramente la más vibrante y brillante, de entre las 10 sonatas de Beethoven, fue compuesta con dedicación a Rodolphe Kreutzer, francés que figuraba en ese tiempo como uno de los talentosos del violín. Esta vez esa sonata fue ejecutada por dos grandes virtuosos: Ana María Vera y Thomas Gould, que colmaron toda expectación.
La primera parte concluyó con dos piezas de Agustín Fernández, para violín, piano y chelo. Después del intermedio apreciamos la sonata para violín y piano de Claude Debussy y la Simple Symphony op.4 de Benjamín Britten. En ésta última el violinista exhibió magistralmente las dificultades técnicas con soltura pasmosa y donde se pudo apreciar que la Orquesta de Cámara de Bolivia Clásica está avanzando en su desarrollo, bajo la dirección de Armando Vera, gustando mucho la novedad del movimiento Playful Pizzicato.
Se tocó también de Agustín Fernández los arreglos para orquesta de cuerdas de Par par palomita, Taquirari, Collita y Viva mi Patria Bolivia, de Nicolás Menacho, Fernando Ramón Saavedra y Apolinar Camacho, respectivamente, que entusiasmaron a la selecta audiencia. Esto prueba que nuestra música puede brillar en la esfera musical clásica, como tantas canciones o tonadas latinoamericanas que gustan y dan la vuelta al mundo. Solo se requiere que nuestros compositores y directores se inspiren haciendo los arreglos necesarios.
En días siguientes continuó el disfrute de los dos virtuosos del piano y violín en el Museo Nacional de Arte y en el Círculo de la Unión.
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