A propósito del buen desempeño del tenista beniano Hugo Dellien en el torneo Masters 1000 de Madrid, España (deplorablemente perdió en la segunda ronda ante la raqueta No. 7 del mundo, el japonés Kei Nishikori, el miércoles 8 de mayo), no deja de ser oportuno hablar del deporte boliviano. Y lo hago en mi calidad de haber sido miembro de lo que denomino como “la tabla redonda” del olimpismo de las décadas de oro, cuando se organizó exitosamente -logrando buenos resultados- los Juegos Bolivarianos de 1977 y los primeros Odesur, en 1978.
Dirigentes del COB, como José María Gamarra, Javier Ballivián, Antonio Landaeta, Germán Ascárraga, Jorge Marzluf, Dr. Eguía, entre otros, lo hicieron posible. En anteriores artículos hice conocer detalles de cómo fue que entonces se logró, así lo estimo, los mejores corolarios en las competencias de casi todas las disciplinas deportivas, además de la construcción de infraestructura traducida en escenarios modernos y cómodos, dotación de material deportivo de última generación, contratación de entrenadores de origen extranjero, etc. Fue la verdadera “revolución” del deporte boliviano.
Hablando del tenis, digamos que fue introducido por los ingleses que arribaron al país a principios del siglo pasado y de ahí resulta que la Federación Nacional de este deporte ha sido fundada el año 1937 en el centro minero de Catavi. Entre sus principales figuran resaltan, cuando escuchaba sus nombres desde adolescente, Mario Martínez, Ramiro Benavídez, Eduardo Gorostiaga, y otros. Se dijo siempre que se trató de un deporte para familias pudientes, aunque luego llegó a algunas capas sociales populosas, empero, no del todo. Quién no recuerda, por ejemplo, que en la zona alejada de Pura Pura se hallaba instalado el Club de Tenis Ferroviario desde 1941, pero al habitante de ese alejado barrio no le era tan fácil acceder a dichas canchas.
En cuanto al golf, sucedió algo parecido, ya que los primeros en practicar este deporte en el país fueron los funcionarios de los ferrocarriles y minas, de origen inglés, estadounidense y alemán. El Alto, increíblemente, tuvo uno de los primeros campos golfistas, el cual perduró hasta la década de los 50, siendo luego abandonado. (Más datos en el artículo que escribí en enero de 2015: “Cuando se jugaba golf en El Alto”), con base en datos proporcionados por un “caddie” del golfista Jorge Corzo, como es el vecino alteño don Américo Alvarez.
Ambos deportes no se masificaron porque casi siempre fueron elitistas, puesto que se requiere suficientes recursos económicos para practicarlos. Puede ser que en cuanto logre su expansión, sobre todo en las capas populosas, halle los recursos humanos que le permitan descollar con mayor fuerza, no sólo en el ámbito nacional, sino mundial. De ahí que es una tarea de las autoridades que tienen que ver con el deporte boliviano, actualmente relegado, el concretar una verdadera planificación para desarrollar las prácticas deportivas en gran escala, y así llegar al grueso de la población, y no sólo alentar el fútbol, ya sea con las construcciones de estadios, u otras acciones. Digamos que “no sólo de pan vive el hombre”, y en este caso “no sólo de fútbol vive el aficionado al deporte”.
Se hace imprescindible el apoyo inmediato al deportismo en general, tal como lo hicieron en Venezuela hace varias décadas cuando contrataron técnicos extranjeros para todas las disciplinas, pero mínimamente por cinco años para que sus enseñanzas rindan frutos, algo que les dio buen resultado y pudieron brillar en torneos panamericanos, olímpicos y otros, y no como nuestro país que a duras penas logra medallas en Bolivarianos, y otras competencias de menor rango, salvando el esfuerzo de uno que otro deportista que con sus propios medios y esfuerzos le dan lauros a Bolivia. Queda mucho por hacer y decir, por lo que volveré a referirme sobre el tema en otra nota.
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