II
Federico Engels en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” afirma que el desmoronamiento del derecho materno (matriarcado) supuso “la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo”. Apartada de la producción social, la mujer se refugió en el mundo doméstico, donde la tarea de reproductora de seres humanos, que en el pasado fue su principal triunfo, se volvió su grillete más pesado. A partir de ahí, en los distintos modos de producción (esclavismo, feudalismo y capitalismo) de las sociedades divididas en clases, la historia de la mujer fue la historia de su opresión, utilizada por la clase dominante para someter a la clase explotada y justificar esa explotación.
Esa opresión-explotación a las mujeres se manifiesta de varias formas: la reproducción y el mantenimiento de la fuerza de trabajo a través del trabajo doméstico no remunerado y la utilización de la mano de obra femenina con salarios más bajos (opresión y explotación), se combinan. La opresión afecta a las mujeres en su desarrollo profesional, derecho al trabajo, su libertad para decidir sobre su vida y disponer de su cuerpo.
Para justificar la opresión se creó el mito de la inferioridad femenina, con mayor o menor énfasis dependiendo de la época histórica. Actualmente, la tesis de inferioridad es disfrazada por el concepto de “desigualdad”. Pero, aunque la opresión es común a todas las mujeres, las trabajadoras son más oprimidas que las mujeres burguesas, la doble jornada de trabajo fue y todavía lo es en muchos casos, un buen ejemplo. En cuanto a la mayoría de las asalariadas se refiere, después de trabajar en la oficina, en la fábrica o en el campo, deben cumplir sus tareas domésticas; mientras que las mujeres burguesas o de clase media, aunque trabajen, pueden delegar a otras mujeres esa segunda actividad. Las mujeres burguesas, en síntesis, utilizan la opresión de su sexo para explotar a las trabajadoras.
Por eso, si hay afinidad en la lucha genérica contra la opresión, esa unidad está limitada por el papel que cada clase social ocupa en la producción. Solamente las mujeres trabajadoras, por el hecho de ser oprimidas y explotadas, pueden luchar de forma consecuente contra la opresión. Por su naturaleza, basada en la desigualdad y la explotación. La igualdad entre hombres y mujeres sólo podrá lograrse a partir de una revolución socioeconómica y política.
Las trabajadoras deben unirse en la lucha por la emancipación, para tener mismos derechos que los varones. ¿Cuál ha sido la propuesta de las feministas radicales para erradicar por completo la opresión femenina? Pues, bien, básicamente lo que propone la corriente del feminismo radical para terminar con la opresión femenina es una transformación de las relaciones humanas. Es decir, la relación hombre-mujer, y eliminar el sistema sexo-género, lo que implica eliminar los papeles sexuales obligatorios que han sido impuestos tanto a hombres como mujeres. Dicho de otra forma, desde esta perspectiva, lo ideal sería eliminar la sexualidad.
Las defensoras de esta corriente creen que esto es posible, dado que la sexualidad y el género son construcciones sociales y no condiciones naturales dadas a los hombres y a las mujeres. Pero para que esto sea posible es necesaria una revolución cultural, donde, además de eliminar la sexualidad, también se debe tomar en cuenta los valores y experiencias femeninas para establecer nuevas relaciones, donde no esté presente la opresión a la mujer. De todo lo descrito anteriormente se puede deducir que la opresión a las mujeres es la más profundamente afianzada de todas las opresiones, que en mi criterio tiene un trasfondo cultural.
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