Y hablando de cobre es bueno traer a colación el nombre de Clotario Blest, sindicalista chileno, partidario, obviamente, de la nacionalización de ese mineral, en la década del 50, del siglo pasado. “El cobre para Chile”, era la consigna que entonces manejaba.
Pero exhortaba que esa materia prima, que exportaba Chile, debería emplearse con fines pacíficos y no así con propósitos bélicos. Fue un pacifista a toda prueba. “Como cristiano estoy en defensa de los derechos de la persona humana, de la libertad y de la paz”, aseguraba (1).
“Queremos que nuestras materias primas se dediquen a la paz y no a la guerra. El cobre, que es extraído por las manos pacíficas de nuestro pueblo, es utilizado en otros países para fabricar medios e instrumentos de destrucción y muerte. Resistimos y rechazamos ese empleo de nuestro cobre…” (2), aseveró, ratificando su posición política, el líder obrero.
El cobre, como él mismo lo ha subrayado, ha sido una de las fuentes más importantes de la riqueza chilena (3), que tuvo la capacidad de generar enormes montos de dividendos a favor de su país.
Clotario Blest fue una reconocida figura sindical chilena, cuyo liderazgo estuvo consagrado, desde su juventud, al servicio incondicional de los trabajadores asalariados, no solo de su país sino de la región. Y así lo testimonian sus actitudes marcadas con profunda sensibilidad humana.
Era un hombre curtido en las luchas sindicales. Es decir un hombre perseguido y encarcelado por solo haber disentido con los poderosos y haber exigido justicia social para sus congéneres que subsistían con irrisorios emolumentos.
Chile, cuando surgió a la vida republicana e independiente, el 18 de septiembre de 1810, jamás habría soñado que un recurso mineralógico, denominado cobre, iría a cambiar el curso de su historia, potenciando, inclusive, a sus unidades militares. A ellas que en 1879 incursionaron a territorio patrio, provocándonos el centenario enclaustramiento, que es una rémora para el desarrollo.
Chuquicamata hizo el milagro. Pero esta región no era, en su origen, parte integrante de su mapa geográfico. Estaba ubicada en el Departamento Litoral, que resultó anexada a territorio chileno, luego de la invasión de 1879. Fue cautiva, por consiguiente, del expansionismo. Y explotada por intereses mezquinos. Chuquicamata pervive, por cierto, en el corazón de los bolivianos y de las bolivianas, que jamás olvidarán que ella nos pertenecía.
En suma: su palabra adquirió importancia extraordinaria, en el quehacer político particularmente, en el interior y exterior de las fronteras de Chile. Muchos compartían con sus ideas e ideales. Pero otros discreparon. “Nadie es monedita de oro para caer bien a todos”, anota el dicho popular.
NOTAS
(1) Maximiliano Salinas C.: “Clotario Blest”, Santiago – Chile, agosto 1980, pág. 123.
(2) Ídem, Ídem, pág. 126 y 127.
(3) Ídem, Ídem, pág. 126.
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