Vicente Lombardo Toledano, mexicano de nacionalidad, enarbolaba las reivindicaciones sociales de la clase obrera, en el contexto internacional, en la década de los años 40, del siglo pasado.
Pero este polémico dirigente, sin darse cuenta o quizá a propósito, incurrió en un desliz, al emplear términos ofensivos y peyorativos, respecto a los hombres del agro boliviano, sometidos por el régimen latifundista. Fue una discriminación racista.
“Miles de indios miserables y descalzos envilecidos por el alcohol y la coca”, dijo el alto exponente del movimiento obrero americano, en alusión a ellos, en una conferencia que se llevó a cabo el día 14 de marzo de 1944 (1), en Brasil. El evento fue propiciado por la Embajada de México, en Río de Janeiro, mediante su titular José María Dávila.
Lombardo Toledano, en vez de salir en defensa de los débiles del mundo rural boliviano, considerados como “bestias de carga”, los ha tratado, en forma despectiva, de dipsómanos o bebedores consuetudinarios. Porque ello quiso decir al afirmar que estaban “envilecidos por el alcohol y la coca”.
Y posiblemente los veía como seres despreciables, porque ingerían pequeñas dosis de alcohol y algún puñado de coca, para emprender su quehacer cotidiano. Esa costumbre se mantiene hasta el día de hoy, con ciertos cambios, obviamente.
Fue una de las tantas voces, la de Lombardo Toledano, que se sumó a las actitudes discriminatorias, que asumían las minorías privilegiadas, en relación con los amplios sectores populares. Aquéllas lo hacían desde sus residencias palaciegas, ubicadas en el interior y exterior de nuestras fronteras.
Bolivia, considerada como una de las repúblicas pobres de la región, había generado un pequeño círculo de millonarios, que trataba con displicencia a los connacionales, en desventaja, que eran los más. La fortuna que había amasado dicho sector estuvo marcada con el sudor, con la sangre y el sufrimiento de los que estuvieron relegados en sus justas aspiraciones de lograr mejores días. Ellos se constituían en los “miles de indios miserables y descalzos”, explotados hasta el extremo por los patrones de entonces.
Estos poderosos, del agro y de las minas, hacían y deshacían los destinos nacionales. Intervenían en política eligiendo, directa o indirectamente, a gobernantes. También a parlamentarios y otras autoridades. Controlaban los medios de comunicación y las opiniones de la ciudadanía.
Antes de 1952 hubo intentos para erradicar la servidumbre personal en las propiedades rurales. El propósito era devolver la dignidad a quienes estuvieron tratados como “seres inferiores”. Se trataba de acabar con la humillación, el desprecio y la exclusión social, pero no pudo avanzar tal inquietud, por la presión que ejercían quienes representaban el poder económico.
En suma: la discriminación racista también estuvo en labios de dirigentes obreros.
(1) Valija Diplomática, de 20 de marzo de 1944. Ministerio de Relaciones Exteriores.
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