El referéndum del 21 de febrero de 2016 fue un acto político, convocado por el gobierno de Evo Morales Ayma, mediante el cual alrededor de tres millones de ciudadanos acudieron, a plena luz del día, a las urnas de votación, contando con la presencia de observadores extranjeros. Nadie puede negar ese hecho ni en su forma ni su contenido, a no ser que utilice el método sofístico. Esa fecha fue tan real como la existencia de la ley de la gravedad o que se niegue que el día sigue a la noche, cuya existencia sería, por tanto, una verdad absoluta.
Ahora bien, el tolderío gobernante afirma que ese suceso público, obra de la creación del mismo régimen actual, no existió o bien puede ser desconocido por una opinión ilegítima del Tribunal Constitucional o por efecto de una campaña mediática con argumentos que tienen como premisa que “una mentira repetida muchas se convierte en verdad”, sofisma del jefe de propaganda fascista, Joseph Goebbels.
Hay propagandistas que creen que el 21F no existió, por lo que se trataría de una “mentira”, vale decir producto de la imaginación o bien que si existió, fue una banalidad, un sueño, lo cual significaría que el ser humano no tiene capacidad para distinguir lo real y lo fantástico.
Negar un hecho, reconocido en forma universal, comenzando por los máximos jerarcas de la actualidad política nacional e internacional, constituye un absurdo. El hombre, como resultado de la acción de los hechos sobre sus sentidos, convierte la excitación exterior en la realidad de la conciencia y, en esa forma, el contenido de las sensaciones que registra el hombre viene a ser el mundo material. El referéndum del 21 de febrero de 2016 (21F) constituye el mundo material, y, por tanto, la sensación es una copia de las cosas exteriores.
Gracias a nuestras sensaciones, imagen de las cosas externas, nos relacionamos con el mundo que nos rodea, para así orientarnos en nuestros actos y no caer así en la postura idealista que afirma (equivocadamente) que nuestras sensaciones son supervivencias subjetivas, que no reflejan el mundo objetivo exterior y, por tanto, desde su punto de vista, ese mundo no existe.
El pueblo boliviano, con su activa y larga experiencia política, tiene profundo conocimiento del medio político y no solo llegó a esa conclusión por datos que percibe, sino también por la práctica diaria, lo cual le permite escoger la verdad y, a la par, rechazar conclusiones falsas, el empleo de cualesquiera artificios, encubiertos de forma engañosa y fuera de su relación con los acontecimientos, es decir de los llamados sofismas.
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