Se puede afirmar, con amplio margen de seguridad, que ninguna autoridad extranjera fue objeto de tanto interés como el secretario general de la OEA, Luis Almagro, quien recientemente visitó el país, por invitación del presidente del Estado Plurinacional, Evo Morales Ayma. La presencia de Almagro empezó en la Casa Grande y terminó bailando con una campesina acusada por narcotráfico.
La visita tuvo repercusión por la serie de actuaciones que tuvo el destacado visitante, pero, más que efectos políticos o ideológicos, el asunto fue visto desde el punto de vista moral, como demuestra una serie de opiniones de personas de a pie, comentarios de analistas y ciudadanos que se niegan a opinar en sentido político.
En efecto, al margen de los comentarios y análisis políticos o ideológicos, la gente estaba más interesada en comentar actos y declaraciones de los dos personajes que se reunieron calurosamente en La Paz y el Chapare. En efecto, se recordó que a principios del año pasado, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, afirmó solemnemente que el resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016 tenía valor, que la reelección de un mandatario no era un derecho humano y otros argumentos.
A la vez, los comentarios giraban en sentido de que el presidente Evo Morales, en reacción a las declaraciones de don Luis Almagro, manifestó que carecían de valor, que eran una “mentira”, y que el ilustre personaje era un “agente del imperio”, “agente de Trump”, y otros numerosos adjetivos, descalificándolo, además, en su tradición izquierdista.
Así mismo, por los conceptos expresados por los viandantes, con base en conclusiones éticas, era algo extraño que dos altas personalidades, divorciadas tanto política como ideológicamente, que se habían insultado y ultrajado en forma pública, se hubiesen abuenado súbitamente y terminado en reuniones de paz y amor, en íntima luna de miel, como si nada hubiese pasado.
Esos comentarios populares, por supuesto, no tocaban asuntos políticos ni ideológicos y, obviamente, se relacionaban con la moral en general, pero en especial con la moral política de la que es respetuoso el pueblo y toma en cuenta hasta para cuestiones nimias.
Naturalmente, las opiniones de ambos lados eran despectivas y, finalmente, ambos personajes resultaron desprestigiados por no haber mantenido la dignidad después de sufrir tan furiosos epítetos. Por ello se llega a la conclusión de que hay abrazos que matan y que si bien Almagro quedó contaminado moralmente, para su reelección a la Secretaría General de la OEA, también lo fue Evo Morales, quedando afectado para la reelección que busca, ya que la Constitución lo prohíbe, así como lo rechaza el voto del Soberano del 21F.
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