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[Armando Mariaca]

¿Sería posible que los partidos políticos obren conscientemente?


Con mucha frecuencia, surgen, en diversos estratos de la comunidad nacional, interrogantes sobre conductas de jefes, dirigentes, militantes y, sobre todo, candidatos de los partidos que no siempre -con raras excepciones personales - son las precisas y correctas para períodos electorales que permitan al pueblo tener conocimiento pleno de lo que cada uno es porque, simplemente, son los partidos los que dan lugar a descalificaciones por parte de quienes acudirán a las urnas, puesto que hay comportamientos que desalientan y decepcionan, conductas que están muy lejos de lo que tendría que ser el proceder de los partidos políticos bajo el principio de que deben ser conscientes y responsables por ser instituciones de la democracia.

Los partidos que actualmente tienen vigencia, dejan experiencias que no siempre son las apropiadas para que el pueblo tenga opción de elegir a sus candidatos que, de entrada, muestran que más importa “el partido” que el país, que todo lo que se haga es en función del interés sectario; pero, en las actuales circunstancias, es preciso diferenciar: uno es el partido que está en el gobierno y que pretende que su candidato sea reelegido por cuarta vez contando para ello con todas las facilidades; además, convencido de que puede violentar lo dispuesto por la Constitución y desconocer el voto mayoritario del Referéndum del 21 de febrero de 2016.

Por otra parte, las fuerzas de una oposición dividida, dislocada, incoherente que no da confianza a la colectividad porque en muchos casos sus candidatos alientan la división al enrostrarse mutuamente dichos y hechos que no deberían; crean situaciones dudosas sobre la confianza y esperanzas habidas en cada uno de ellos mientras operaban en el llano ciudadano sin ambiciones recientemente demostradas. Son actitudes que para la opinión pública al mostrar debilidad e incoherencias lo que hacen es dar seguridades al partido de gobierno que no cejará en su propósito de desprestigiar a uno y otro porque no acepta competencia alguna y no permite que nadie “le haga sombra”; en otros términos, hay temores en la candidatura oficial, miedos a que la población pese más en la balanza del votante y son estos extremos que crecen por obra y decisión de los otros candidatos que recogen lo que no deben.

Lo grave de esta situación es que para la política partidista, sea oficialista o de oposición, el país solamente es el medio no es el fin; lo importante para ellos, sean de izquierda, centro o derecha es alcanzar el objetivo máximo, la cima anhelada, la ambición que debe ser cumplida: llegar al poder y, en el caso del partido del régimen gobernante por casi 14 años, es mantenerse en el poder, no ceder espacios a nadie y continuar con políticas que dicen y hacen poco porque se ha creado una especie de costumbre para que el pueblo crea que “lo hecho, hecho está” y nadie tiene capacidad para deshacerlo, sea con elecciones o por decisión de quien ha decidido que su gobierno contradiga lo que la Constitución y las leyes establecen.

La verdad es que si hubiesen renunciamiento y vocación por terciar conscientemente en las elecciones de octubre, sería ideal que todos los grupos políticos, conjuntamente sus candidatos, muestren vocación por la unidad del país, por el propósito de renunciar a las ambiciones y todos, actúen con un mínimo de patriotismo dejando que los intereses secundarios y las ambiciones por retener el poder por el MAS y conquistarlo por parte de la oposición, se propongan actuar con respeto al país y su pueblo, que entiendan que no pueden haber diferencias y desavenencias permanentes, que los intereses nacionales deben contar en toda circunstancia, que el partido es nada frente a lo que es el país que es el Estado, la patria de todos sin distinción alguna, que es más que el gobierno. Pero, ¿habrá suficiente voluntad y renunciamiento para amar realmente y ceder posiciones sabiendo honesta y responsablemente, que es tiempo de abandonar antagonismos, complejos e intereses creados?

Debido al poder que ostenta y que sabe utilizarlo, el gobierno, empezando por el Presidente de la República en conjunción con su partido, debe dar ejemplo y convocar a debates entre candidatos sobre los problemas del país y la necesidad de mostrar al pueblo esperanzas y confianza en el futuro; mostrar que todos -oficialismo y oposición- pueden y deben renunciar a conductas mezquinas y trabajar en el plano pre-electoral con el respeto que merece el pueblo, con altura y decencia, con honestidad y honradez en cada uno de sus actos; en buena lid, que todos actúen imbuidos de virtudes que, conjuntamente, puedan arribar a valores y principios.

¿Querrían y podrían todos los integrantes de las candidaturas actuar en consonancia con el país? ¿Tendrán la capacidad necesaria para el renunciamiento al insulto, a los reproches, a los complejos, al miedo, a la soberbia y a la petulancia? ¿Serán capaces de entender que Bolivia importa más que los partidos, los intereses y las conveniencias? ¿Qué el país está primero, antes, mucho antes que “el partido”?

Está, pues, en manos y decisión de todos los protagonistas del proceso pre-electoral un actuar honesto y responsable, alejado de miedos y temores de perder los favores del pueblo y aislados de sentimientos que podrían albergar intenciones revanchistas. ¡Habrá que ver hasta qué punto, conscientemente, pueden actuar todos!

 
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