Severo Cruz Seláez
La comunidad internacional veía con simpatía y ofrecía su respaldo a la democracia boliviana en ciernes en el año 1982. El país había dado un paso definitivo e histórico al haber logrado la restitución del sistema de libertades. Lo hizo luego de haber vencido muchos percances.
“Bolivia ha conseguido una digna posición de estima internacional, a partir de la reconquista de su proceso democrático y de su actual política de solidaridad con todos los pueblos oprimidos del mundo”, afirmó el presidente constitucional de la República, Hernán Siles Zuazo, el 1 de enero de 1983 (1).
La dictadura se había deteriorado, desgastado y desacreditado por los excesos, las arbitrariedades y la conculcación de libertades. Había sido estigmatizada ante la historia y los hombres. No sólo en Bolivia, sino en la región y el mundo. Y por ello cayó, sin pena ni gloria.
Pero los resabios de aquélla no se resignaban a perder los privilegios y las prebendas que facilitaba el Poder. En consecuencia: seguían enfrascados en afanes conspirativos.
“La persistencia de grupos paramilitares constituye una afrenta para la democracia y un desafío a los organismos regulares destinados por Ley a la conservación del orden público. Seremos implacables en el desmantelamiento de esas organizaciones irregulares, de las cuales el pueblo boliviano conserva el peor recuerdo”, acotó el presidente Siles (2).
Hubo gente que, de manera desinteresada, luchó por la democracia. Es decir sin buscar distinciones, galardones, premios ni compensaciones económicas.
Gente que destruyó su hogar por la democracia. Gente que no pudo ofrecer educación a sus descendientes por la democracia.
Gente que vivió del favor de sus amigos por la democracia. Gente que murió pobre por la democracia.
Esta gente, entre hombres y mujeres, obreros e intelectuales, campesinos y citadinos, merece el reconocimiento y homenaje de quienes ahora viven y gozan de la democracia. De quienes no conocieron la persecución, la clandestinidad y el destierro. Ni tenían idea de la autocensura.
Obviamente que los nuevos demócratas son ajenos a esta realidad. Llegaron cuando las cosas ya habían cambiado. Cuando los “malos” ya se habían ido y cuando el plato estaba servido. Llegaron directamente a disfrutar y medrar bajo el paraguas de la Democracia.
Ha transcurrido aproximadamente 37 años desde el restablecimiento de la democracia en Bolivia. En este tiempo tuvimos gobiernos de diferentes colores y tendencias, que siempre estuvieron tratando, de una u otra manera, de profundizar el sistema de libertades, con miras al Siglo XXI.
En suma: ojalá la democracia no sea tergiversada, manipulada ni mal interpretada, por oscuros designios.
(1).- Hernán Siles Zuazo: “La nueva imagen de Bolivia”. Ministerio de Informaciones, La Paz – Bolivia, 1983. Pág. 16.
(2).- Ídem, pág. 14.
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