Víctor Hugo Rodríguez Tórrez
“No vengo a traer consejos, sino más bien a recibirlos”, expresó el sábado 31 de mayo de1969, el Gobernador del Estado de Nueva York, Nelson Rockefeller, en la plúmbea altipampa aeroportuaria de El Alto, al arribar a La Paz. La ciudad se hallaba expectante. Iba a recibir a un personaje de dimensión mundial. Miembro de una de las familias más poderosas, dueñas del imperio petrolero Standard Oíl Company and Trust, y del Chase Manhattan Bank of New York. Después, sería Vice Presidente de los Estados Unidos.
Sus dos hermanos también vinieron a Bolivia. Wintrop, viajó al Beni en 1966 para explorar inversiones, y David, presidente del famoso Banco, estuvo en La Paz, en 1992.
Norteamericanos de gran calado internacional como Richard Nixon, Orson Wells, James Stewart, Leonard Bernstein, el periodista Drew Pearson y otros gigantes, ya habían visitado La Paz. La presencia de Nelson Rockefeller -se daba por descontada- entrañaría la satisfacción acogedora de los paceños. Sin embargo, impensada y brutalmente, tras la llegada del avión, agitadores identificados por el gobierno como de la izquierda extremista, desbarataron el programa oficial.
El protocolo fue drásticamente alterado. El presidente constitucional, Dr. Luis Adolfo Siles Salinas (llevaba un mes en el cargo tras la muerte de René Barrientos Ortuño), recibía a los estadounidenses en improvisado inmueble próximo a la Brigada Aérea de la FAB, en El Alto.
“Ninguna nación puede estar aislada”, dijo el mandatario en la bienvenida. “Cada país es parte de la humanidad; en consecuencia no se puede construir nada sólido ni verdadero entre países de tantos desniveles económicos, sociales y culturales”.
“No pedimos favores -agregó el jefe de Estado boliviano- sino la ejecución de planes positivos, imaginativos, con sentido creativo para alcanzar soluciones comunes”.
Acotó que “deben apreciar nuestra franqueza y nuestra decisión de caminar por caminos de dignidad, independencia y decoro”.
En términos precisos, a su vez, Rockefeller argumentó “he venido a La Paz para escuchar a Bolivia, aprender y entender sus puntos de vista. No a verter opiniones sino a informar sobre ellas al presidente Nixon”.
La comitiva se abstuvo de descender a la ciudad, donde junto a su esposa Happy, y acompañantes en la ruta directa Nueva York-La Paz, serían declarados Huéspedes Ilustres por el alcalde municipal, Gral. Armando Escóbar Uría.
Tras la incómoda reunión gobierno boliviano-norteamericano, en la que inesperadamente participó el general Alfredo Ovando Candia, eludiendo a los periodistas, el canciller Gustavo Medeiros entregó a Rockefeller un memorando de cuatro puntos por ayuda bilateral “sin comprometer la dignidad de los países receptores ni exigir condiciones políticas ni económicas”. Dijo que el documento examina “en frío” las relaciones económicas de países latinoamericanos con EEUU.
Mientras, el alcalde Escóbar Uría, acompañaba hasta la Ceja de El Alto a la señora Rockefeller para que se deleitara con la panorámica paceña, incluso obsequiándole una esclava tiwanacota de oro, “abajo”, desde el monoblock UMSA una multitud furibunda protagonizó la marcha “antiimperialista”, organizada por sectores extremistas comunistas “pequineses”, según el régimen. Participaron en ella, el jesuita José Ferrari y su homólogo, José Pratts.
Inexplicadamente, la marcha encaminó por la calle Aspiazu hasta la Embajada Argentina, cuyo frontis recibió diversos proyectiles. “Los bolivianos deben luchar contra el mundo”, agitó el cura Ferrari. Aquel mediodía y en la batahola, fue herido con bala un teniente de la Guardia Nacional de Seguridad Pública.
Infaltables curiosos arremolinados en el área no entendieron por qué fue atacada la legación diplomática argentina e insultado su presidente, Gral. Juan Carlos Onganía. Un cartel preguntaba: “¿Tío Sam, si me das uno y me robas tres, cómo progresaré?
El Ministerio de Gobierno denunció que “elementos avezados en el crimen y acción depredatoria preparaban un baño de sangre al estilo de Bogotá para lograr sus fines inconfesables” (?).
Posteriormente, ante EL DIARIO, un estudiante de economía, a quien el gobierno acusó de haber disparado contra el oficial de policía, desmintió la sindicación.
Así, en aquel escenario frustrantemente violento volaron a medias las cuatro horas de Rockefeller en La Paz.
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