Son 21 madres de familia que alberga el asilo María Esther Quevedo, a pesar de las atenciones que reciben de la sociedad en fechas festivas, la resignación se apodera de ellas por el olvido de sus hijos. A decir de Betzi Luna, administradora del centro, las pocas mamás que reciben visita de sus familiares solo la reciben una vez al año.
“Han vivido tanto tiempo sin sus familiares que ya se acostumbraron a estar sin ellos”, manifestó Luna, sin embargo no pierden la esperanza de volver a reencontrarse con sus consanguíneos o al menos recibir una llamada que indique que no fueron olvidadas.
Pasaron 10 años desde que Angélica Mamaní, de 81 años, vive en el asilo, ella se dedicaba a la minería y tuvo 14 hijos que ahora viven en Tarija y en Argentina, es muy alegre colaborativa, y solidaria.
Para la adulta mayor Luna es su mamá, “aquí vivo años, la Betzi es mi mamá, el doctor es mi papá porque ellos me cuidan”, dijo. A pesar de no recibir visitas de sus hijos, Angélica recomienda amar a sus madres para que estén “tranquilas” y “siempre felices recibiendo amor”.
El deseo común de las madres del asilo es recibir afecto, pues con un simple abrazo, una muestra de afecto ellos se sentirán muy queridos y agradecidos por el cariño desprendido.
En el albergue hay 21 mamás, la única atención que reciben es el de la institución dependiente del Sedeges y otras que se sensibilizan con el sector en fechas específicas y las adultas mayores agradecen por no ser olvidadas por la sociedad.
“Ellas pueden sentir el amor de personas solidarias que vienen a visitarlos a compartir un tiempo con ellas”, dijo.
Relató que en este último tiempo ni un familiar visitó a ni una de las 21 mamás, “ni si quiera una llamada”, ni la familia ampliada, es por ello que los funcionarios del asilo se volvieron los familiares más cercanos de las adultas mayores.
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