SEXUALIDAD
Karen Villaseñor
El amor, esa especie de ensueño con la que crecí, en la que un día conocería al chico indicado que cumpliera con el primer todo. Ya sabes, mi primer beso, mi primer encuentro y mi primer amor. Pero, resulta que la vida no es así, esperé hasta la boda para perder mi virginidad y me arrepiento. Veamos la siguiente reflexión:
Lo imaginé perfecto, caminando hacia el altar en donde el hombre de mi vida me esperaría ansioso con una enorme sonrisa, mientras los latidos de mi corazón golpearan de manera desenfrenada mi pecho. Para mí era todo, mi compañero, amigo, el futuro padre de mis hijos y con quien envejecería.
Lo prometí, cuando era una niña mis padres acostumbraban ir a misa, para mí la religión era ley. Y el matrimonio lo más sagrado. ¿El sexo? En la iglesia aprendí que solo los que tenían la bendición de Dios podían hacerlo, si te adelantabas era algo sucio, un pecado que solo facilita tu camino al infierno.
Entonces, me prometí ser pura, guardar hasta el último rincón de mi cuerpo para el hombre que se convirtiera en mi esposo. Claro, era muy probable que él no fuera virgen, pues para ellos no es un requisito. Pero, bueno, quería entregarme en cuerpo y alma.
Yo no quería un divorcio, por eso tenía que ser virgen, para que mi matrimonio tuviera la bendición y no acabara. Además, las relaciones sexuales eran para satisfacer a mi esposo.
Pasaron los años y estaba dispuesta a no desistir, pura hasta el matrimonio.
Lo que nadie me dijo es que mi esposo, el hombre correcto y devoto resultaría ser un macho agresivo. Que tras cerrar la puerta de la habitación, después de habernos dicho los votos me tomaría de la fuerza y convertiría ese día anhelado en el peor de mi vida. Nadie me dijo que el matrimonio podía ser un infierno.
Mi esposo me humilló y abusó el día de mi boda, pero, ¿qué podía hacer? Ya estaba casada y mi infierno comenzó. Fueron años de malos tratos, golpes y sexo a su antojo. La verdad es que me arrepiento y no culpo a mi religión, me culpo a mí, por pensar en alguien más antes que en mí.
Porque mi sexualidad es más que la virginidad y porque no estás para complacer, somos dos. Me costó mucho tiempo, hoy soy libre, pero sí me arrepiento.
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