Muchas veces tanto autoridades de gobierno como empresarios privados sostienen la urgencia de diversificar la producción y, consiguientemente, las exportaciones, pero, no se dan los pasos precisos para hacer realidad lo expresado cuando ambas partes saben que hay necesidad de adoptar medidas precisas para ello. Hay una especie de marasmo en la conducta tanto de autoridades como de empresarios para dar curso a lo que el país precisa con urgencia.
Desde siempre hemos dependido del rubro extractivista; es decir, de la minería o del gas y ambos sufren alteraciones en su producción: por una parte, la minería se encuentra en una especie de “statu-quo” perjudicial para el Estado en su conjunto porque no hay inversiones que den lugar a prospecciones, exploración y explotación de minerales y seguimos “sacándole el jugo” a las minas con vetas de larga data y, si hay nuevas vetas se las explota casi rudimentariamente sin tecnología moderna y sin mayor aumento de personal técnico y de trabajadores, salvo el caso de la minería nacionalizada que ha insumido grandes contingentes de “gentes del partido” hasta el extremo - como el caso Huanuni en que de 700 trabajadores se ha llegado a 5.000 porque “así lo dispuso el partido”-.
El gas, un rubro que dio el auge durante varios años, especialmente entre 2006 y 2014 al extremo de creerse que “vivimos en franca recuperación porque ingresó mucho dinero”. Nos hemos contentado con eso y no se ha exigido que las empresas extranjeras que se dice se “nacionalizaron” cuando solamente se les cambió partes de los iniciales contratos, no han sido impelidas a invertir en prospección, exploración y explotación de nuevas fuentes de petróleo y gas. Por otra parte, si esas empresas invirtieron algo, surgió la disposición de “costos recuperables” por la que se les devolvía las inversiones como “compensación de lo invertido”. O sea, en buenas cuentas, han hecho experimentos simples porque no encontraron ni petróleo ni gas y, con tal de mantener la casi propiedad de los campos que administran, han seguido en el país sin importar si se producía o no.
En otros rubros de la economía poco o nada se ha invertido; lo hecho en el sector público ha sido “crear nuevas empresas para producir lo que ya había” y nada nuevo y, si se logró algo, se perdió todo y lo invertido quedó en nada o, finalmente, como Bulo–Bulo cuya producción cada vez más disminuida, no se puede vender porque los costos son altos y, además, no se puede trasladar hasta puertos de embarque porque nunca se concluyó un “ferrocarril sin rieles y solo contando con los respectivos vagones”.
En el campo privado, poco o nada se hizo y, dentro de ese poco, nada considerable; pero, los empresarios más que contentos con lo poco que logran porque, en otras palabras, no tienen incentivos ni garantías para invertir, ampliar sus actuales instalaciones de producción y menos para invertir en nueva tecnología y en valores humanos mientras no hayan las efectivas, reales y terminantes garantías jurídicas, sociales y de otra naturaleza que les dé confianza y empuje para producir mejorando y aumentando lo que hagan cualitativa y cuantitativamente. Así los hechos, cada día surge la frase: Hay que producir más y la respuesta es: ¿Qué, cómo y con qué? ¿Y qué de la producción de la tierra especialmente en la parte occidental, con campesinos e indígenas que han abandonado el campo y engrosan la economía informal? ¿Hasta dónde puede abarcar la agroindustria en cuyas manos está lo que produce y algo exporta, como es la industria agropecuaria en Santa Cruz? ¿De qué otra producción se puede hablar?
Es preciso, pues, que gobierno y empresarios despierten de sus largos sueños y encaren la realidad para invertir efectivamente, producir y exportar: mientras se esté en el “sueño de los justos”, nada será posible y todo será demagogia, entusiasmo de un momento. Mientras el gobierno no disponga que las empresas petroleras que aprovechan muy bien al país no inviertan y cumplan en serio sus contratos y encuentren nuevos campos petrolíferos y gasíferos, ¿cómo se puede confiar en ellas? ¿Que sigan percibiendo graciosamente los fondos recuperables sin arriesgar nada, contradiciendo lo que ocurre con cualquier inversión en el mundo?
Es preciso, pues, encarar la realidad, que es pobre y precisada de empuje, valentía, decisiones y sentido de empresa para encarar lo que podrá dar dinamismo al país; pero, mientras haya lenidad y hasta resignación con lo poco que se hace y tenemos, nada podrá hacerse. El clamor del país es que la política partidista, conjuntamente los poderes Ejecutivo y Legislativo, tengan conciencia de país y planifiquen lo que será el futuro y, que el actual gobierno enfoque la realidad del país en el poco tiempo que queda de su mandato y el próximo, sea cual fuere, se prepare para hacer lo que se debe y no siga malos ejemplos que por décadas se han seguido. El país requiere del coraje y dinamismo de todos para producir más y, luego, ingresar con eficiencia y competitividad en las políticas exportadoras con miras a un desarrollo armónico y sostenido sin “perorar” mucho sobre crecimiento que no se debe lograr con préstamos y uso irracional y festinatorio de las reservas netas que es preciso incrementar.
El comportamiento inmediato y mediato de la política dará al país las tónicas para saber a qué atenerse: si seguimos en la misma pendiente de bajar más a la sima o nos atrevemos a subir hasta la cima que puede ser de realizaciones efectivas.
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