En 1988, el presidente Augusto Pinochet sostuvo que su país mantenía, como siempre, la predisposición para estrechar vínculos con Bolivia, al cumplirse los 15 años de su gobierno.
Chile, “consecuente con su voluntad permanente de acercamiento hacia Bolivia, entiende que puede colaborar con ese país en la búsqueda de fórmulas que, sin alterar el patrimonio territorial o marítimo nacional, permitan materializar una integración bilateral que sirva eficazmente al desarrollo y bienestar de los respectivos pueblos”, aseveró (1).
El discurso del presidente Pinochet, relativo a estrechar vínculos bilaterales boliviano – chilenos sin tocar temas sensibles, no ha sido desechado, sino que persiste de generación en generación. Se estilaba en dictadura y se lo practica en democracia. Lo dijo Pinochet y lo reitera Sebastián Piñera.
Con tendencia, inclusive, a radicalizarse, como resultado de la decisión que asumió la Corte Internacional de Justicia de La Haya, en relación con el problema que distancia a ambas naciones. Decisión que se ha constituido en un obstáculo del tamaño de la Casa del Pueblo para nuestras inquietudes reivindicacionistas. Y que Chile aprovecha para eludir responsabilidades históricas. No olvidemos que ella es su bandera política.
“Estrechar vínculos” para retomar cuestiones, generales, concernientes a los dos países, separados por una frontera común, pero sin incursionar en aspectos que pudieran afectar “el patrimonio territorial o marítimo nacional” chileno, según el presidente Pinochet. Es decir, sin abordar el asunto del enclaustramiento boliviano, provocado por una invasión militar chilena en 1879. Un asunto que aún está latente, en el seno mismo del continente latinoamericano.
En este marco, se escuchó también, recientemente, voces que sugerían, desde el otro lado, el acercamiento boliviano – chileno, sin mencionar el caso del mar. Es una actitud distraccionista, ni duda cabe, que buscaba afianzar lo dictaminado en La Haya.
Lo fundamental, ahora y siempre, ha sido el tema marítimo para nosotros, los bolivianos, que sumamos una población aproximada de once millones de habitantes. Existen, obviamente, otros en la agenda binacional, boliviano - chilena, a ser considerados, como el contrabando, el narcotráfico, los vehículos indocumentados, el intercambio comercial, cultural, tecnológico, etc. Pero lo primordial ha sido y es nuestra demanda marítima.
Los vecinos, con quienes tenemos el conflicto centenario, difieren al respecto. La labor de ellos es obstruir nuestras pretensiones reivindicacionistas, relativizar nuestro clamor y denigrar a nuestras autoridades. Hacernos quedar mal ante la comunidad internacional. Sin embargo de boca para afuera manejan el concepto de integración bilateral. Sostienen que tendrían la posibilidad de colaborarnos para el desarrollo nacional. Pero no sugieren una solución para acabar con el centenario enclaustramiento.
En suma: hay que dar tiempo al tiempo en este tema.
(1) “Pinochet propone estrechar los vínculos entre Chile y Bolivia. Hoy, La Paz – Bolivia, 12 de septiembre de 1988. Pág. 5.
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