Del 23 al 26 de mayo hubo elecciones en Europa para elegir representantes del Parlamento Europeo que muchos consideran paquidérmico. Pero los países continúan independientes y disímiles sobre todo en desarrollo económico, lo que ha hecho la política de ayuda a los menos desarrollados del este de la Unión Europea (UE). Esta legendaria realidad ha sido el trasfondo de las elecciones parlamentarias que abordaron desde las funciones de liderazgo de las instituciones de la UE, hasta los asuntos políticos de cada uno de los países miembros.
Se temía un avance del populismo de derechas y sus banderas antiinmigrantes que hoy son pregonadas como una “invasión inminente” con destino a Italia, Hungría y Polonia, que también tiene eco en otras partes de Europa… como en Alemania que en 2015 acogió a más de un millón de musulmanes. Países de las fronteras este de la UE se dice que rechazan cualquier abertura a emigrantes sobre todo asiáticos y africanos… que a menudo buscan dirigirse a otros lugares europeos pese a su espetada condición de humanos de segunda categoría. Tampoco Italia hoy acepta inmigrantes africanos. Cabe recordar, a propósito, que el presidente de EEUU habla de edificar una pared de metal en la frontera con México… “que se caliente con la luz solar… y queme a los que intenten pasarla”.
El Foro Algebris Bruegen afirma que las encuestas descartan el resurgimiento de la derecha en Europa y los resultados de la elección le dan la razón. Open Democracy opina que los partidos ultraderechistas están recibiendo “dinero negro” de ultramar. Los “verdes” medio ambientalistas ganaron terreno, Macron de Francia cedió un margen a la ultraderecha francesa, y en España el socialista Sánchez salió ganando con la ultraderecha de VOX marginada. En Italia, Hungría, Polonia e Inglaterra se afianzó la derecha, lo que se vaticinaba. Pero nada disminuye la urgencia de encontrar solución al postergado problema de “desarrollo” económico y social de los países del este europeo para que de una vez se logre la vía al emparejamiento económico, ya que la diferencia de idioma y costumbres, más la historia, no dejan de ser obstáculos fáciles de aludir… pero menos fáciles de eludir.
Hay otra preocupación, más compleja e incluso opuesta a la anterior. Y es que los polacos, húngaros e italianos están abandonando sus países por miles, lo que lógicamente aflige a los que permanecen. Incluso hay encuestas recientes que muestran que los que permanecen están más preocupados por los coterráneos que se van que por los emigrantes que lleguen. Según Project Syndicate, el Consejo Europeo de Relaciones Internacionales ha hecho saber que el 52% de los italianos favorecería una legislación que declarase ilegal el éxodo de italianos. Votaciones afines en Polonia arrojaron un resultado de 50%, y en Hungría 49% a favor de la ilegalidad de los que se marchan. Resultados similares se asocian con España y Rumania, aunque la ansiedad de emigrar se muestra menor en estos últimos.
De todas maneras, fuera de decomisar nacionalidad, confiscar pasaportes y quizá aplicar multas cobrables de alguna manera, resulta intrincado diseñar una penalidad para los que se marchan… como se han marchado de su solar de nacimiento y niñez millones de europeos de todas las naciones que han emigrado sobre todo a América desde 1492. Un problema es que si no hay jóvenes que trabajen y paguen impuesto, no habrá para pagar jubilaciones. Fue una razón para que Alemania dejase entrar refugiados.
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