José Carlos García Fajardo
Ir a pie a Epidauro* es como caminar hacia la creación. No se busca nada más, no se pide nada más. Las palabras, si se pudieran pronunciar, se convertirían en melodía…
Tuve que ir a Epidauro para conocer el verdadero sentido de la paz… La paz del corazón es positiva e invencible, no exige condiciones, no requiere salvaguardias… Lo que el hombre quiere es paz para poder vivir… Lo que rige al mundo es el corazón, no el cerebro. Hemos vuelto la espalda al único reino donde se encierra la libertad.
Sé cuál es la salvación: abandonar, renunciar, rendirse, para que nuestro corazón pueda latir al unísono con el gran corazón del mundo…
Ser libre es reconocer la vanidad de toda conquista, incluso la del yo, que es el último acto de egoísmo… La paz está en el centro y cuando se la toca, la voz brota en alabanzas y bendiciones. Y la voz va lejos, muy lejos, hasta los confines del universo. Y la voz, entonces, cura, porque lleva consigo la luz y el calor de la compasión.
Epidauro no es más que un símbolo en el espacio; el lugar verdadero está en el corazón del hombre, si quiere detenerse y buscarlo…
Si se pudiera reunir en Epidauro a todos los médicos, cirujanos, psicoanalistas para debatir, en la paz y el silencio, las necesidades urgentes e inmediatas de la humanidad, la respuesta unánime no se haría esperar: revolución mundial, de arriba abajo, en todos los países, en todos los campos de la conciencia. El enemigo del hombre no son los microbios: es el hombre mismo, el orgullo, los prejuicios, la estupidez, la arrogancia.
Es necesario que todos, individualmente, nos rebelemos contra una forma de vivir que no es la nuestra…
La vida exige que se le dedique algo más: espíritu, alma, inteligencia, buena voluntad…
Nada más que nuestro deseo de cambiarlo puede producir un mundo mejor y más justo. El hombre mata por miedo, y el miedo es una hidra de cien cabezas… ¿Quién ha puesto a los demonios en nuestro corazón para atormentarnos?
El único medio de encontrar respuesta es ir a Epidauro; por eso les encarezco que dejen todo y vayan allí enseguida.
(*) Epidauro era un centro de curación natural en el Peloponeso. El autor de Trópico de Cáncer escribe: “No hay para mí ningún misterio en la naturaleza de las curas que antiguamente se operaban en este gran centro terapéutico. Aquí el curado encuentra él mismo la curación… El paciente se curaba antes de empezar la cura”.
El autor es Profesor Emérito U.C.M.
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