Clepsidra
“Si la oposición se uniese, de lejos derrotaríamos a la mula del corregidor en las elecciones de octubre”. Esta muletilla, valga la redundancia, estamos cansados de oírla en plazas, calles y cantinas, a sabiendas que dicho prodigio no va a ser posible, por la misma razón que no lo fue un 2 de julio de 2006, cuando fuimos a elegir a los asambleístas constituyentes, y el oficialismo NO logró obtener los 2/3 de votos que requería, sin embargo sí los consiguió tras los “misteriosos pactos de Oruro”, al margen de la sede de la Asamblea en Sucre, con lo cual logró hacer y deshacer, poner y disponer todo lo que se le vino en gana hasta nuestros días.
Posteriormente, el 25 de enero de 2009, fuimos nuevamente convocados a votar la nueva Constitución Política del Estado, la cual fue aprobada y promulgada por el oficialismo el 7 de febrero, en medio de fanfarrias con bombos y platillos, permitiendo refundir el país “desde la unidad, la igualdad y la dignidad”, como señaló S.E, pues también le permitía aspirar a un segundo mandato presidencial.
El 4 de mayo de 2008, con denuncias de ilegalidad por parte del Gobierno, Santa Cruz fue a un referéndum para avalar su Estatuto Autonómico, donde ganó el SÍ, por un amplio margen. A este ejemplo se adhirieron Beni, Tarija y Pando, donde también el SÍ obtuvo una amplia mayoría. Tanto el Gobierno como la Corte Nacional Electoral denunciaron la ilegalidad de la consulta, sin una oposición unida que se resista a dicha arbitrariedad.
Con toda la experiencia y engrase de esta prodigiosa maquinaria electorera, el 6 de diciembre de 2009, bajo las reglas de la nueva CPE, el mandatario se hizo del 64,22% de los votos en una consulta que, además de fijar el dominio absoluto de la flamante Asamblea Legislativa, remplazó al Congreso de la República. No aparecieron unidades ni alianzas truchas que se opusieran a estos atropellos.
De esta mañosa manera de manejar el poder electoral, un 12 de octubre de 2014 nos volvieron a convocar a las urnas para votar la reelección del binomio oficial, fórmula que consiguió la victoria por un 61,36% de los votos, y los dos tercios de la Asamblea Legislativa, lo que les permitió nuevamente continuar con un omnímodo modelo de gobierno discrecional, sin unión de los opositores.
Finalmente, conmovidos por esta singular forma de perder, la “oposición”, como ahora se califica a un pueblo cansado de hacerse tomar el pelo, en febrero de 2016 concurrió a un nuevo referéndum convocado por el propio gobierno que, en su afán triunfalista, planteó la derogación del artículo 168 de la CPE, que prohíbe taxativamente la reelección presidencial, con el objeto de oficializar de una vez por todas la presidencia vitalicia para el binomio gobernante.
Está demás repetir el resultado de dicha consulta, enmarcada en la ya famosa letanía: “Bolivia dijo NO”. Para la obtención de este resultado, que luego fue desconocido por los malos perdedores, no fue necesario recurrir a componendas ni juntuchas ocasionales, sino fue el propio pueblo escarmentado por tanta impostura y falta de seriedad que señaló, sin dudar, su derrotero. De ahí que es saludable volver a recordar esta hazaña, para el caso de nuevas elecciones con visos de un fraude anunciado, cuando el pueblo quiere hacer respetar su voluntad, no necesita de falsas componendas, basta con preguntarse: Unidad trucha, ¿para qué?
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