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[Armando Mariaca]

Calidad de la propaganda debe mostrar virtudes del candidato


Los meses precedentes a las elecciones de octubre contendrán publicidad y propaganda de los diferentes candidatos; los militantes de los partidos, conjuntamente algunos simpatizantes y adeptos, serán los encargados de propagar, mostrar y diseminar la calidad de quienes tercien en el proceso electoral con miras al logro del poder; pero, experiencias del pasado muestran hasta donde llega el apoyo de quienes realizan labor tan especial y que, de todos modos, deberá ser decente, honesta, limpia y propositiva porque cuánto daño hicieron los malos mensajes, la propaganda sucia y hueca, los insultos y los vocablos de la guerra sucia; cuánto han logrado. Por su parte, muchas veces los vencedores que han logrado sitiales importantes en la votación, con raras excepciones, han mostrado muchas conductas, y hechos contrarios a la transparencia, la limpieza, el obrar conforme a principios y valores.

La propaganda que adolece de decencia y compostura moral daña la imagen del candidato a quien se busca favorecer: es publicidad contraria a los enunciados por el candidato en sentido de obrar consciente y responsablemente, con vocación de servicio y amor al país; es una manera de mostrar en los hechos de la vida diaria cuán poco de cierto tenían las ofertas y los propósitos; en cambio, qué diferente es la publicidad bien entendida y mejor aplicada, la propaganda que busca construir y no destruye, la que honra al contrario y no lo deshonra, la publicidad que demuestra virtudes y valores con principios que pueden aplicarse desde puestos de poder.

Las diferencias son, pues, abismales, porque muchas veces “con tal de ganar siempre”, suelen haber propagandas realizadas por quienes son aliados incondicionales - camaradas, hermanos, compañeros- que no vacilan, creyendo apoyar y servir a su mandante, en usar la publicidad y la propaganda para desprestigiar y socavar prestigios muy bien ganados; no trepidan en utilizar vocablos inapropiados e irrespetuosos. Esos aliados “incondicionales” hacen daño a todos porque hasta rebajan el buen nombre del candidato al que sirven y lo hacen desconfiable ante sus propios propiciadores, amigos y correligionarios que, forzosamente, comprueban que la mala propaganda logra resultados contrarios a lo prometido, a las buenas intenciones, a lo digno y decoroso.

El político inglés Clement Atlee, ante los términos que contenía la propaganda contraria, dijo: “No hay por qué preocuparse porque ella, esa propaganda arrojará sus frutos a quien la dirige”. Por su parte, Lao Tse, filósofo chino, dijo: “El hombre que insulta dice lo que siente por si mismo, demuestra su poca hombría y su insano proceder será causa de su perdición”. Ambas citas muestran claramente cómo los dardos lanzados contra el ocasional rival como boomerang vuelven y hieren a quien los lanzó. Muchas veces ha ocurrido en nuestro país que los malos procedimientos de los áulicos destruyeron las esperanzas de quien los contrató y permitió el uso de términos hirientes y contrarios a la decencia moral.

Será bueno y constructivo para cada candidato y partido, que morigeren la calidad de la propaganda y publicidad que realicen; que ella sea constructiva, positiva y propositiva; que se diga la verdad y si hay ofertas, éstas sean ciertas y realizables en el tiempo; que la demagogia esté aislada de las buenas intenciones y mejores conductas; que la propaganda sea reflejo de los buenos sentimientos y de los propósitos ciertos y dignos porque el insulto y la diatriba no conducen a nada, no hacen fuerza para vencer porque son sólo fortaleza de la debilidad, de la incapacidad para obrar noblemente.

La mejor forma de publicidad y propaganda es obrar con la verdad y la limpieza, con la conducta que demuestre virtudes que en el ejercicio del poder adquieran más fortaleza y se hayan hecho valores y principios y estas conductas nadie objetará y menor criticará o condenará; al contrario, será muestra de una personalidad regia, carente de corrupción y hechos contrarios al bien común; conductas que sean medios seguros para un actuar consciente, honesto y responsable con los bienes, propósitos y urgencias de la comunidad.

Propaganda y publicidad sin respeto no valen ni un centavo del costo que se paga por ellas; son rémoras en el camino de quien las contrató creyendo ingenua y torpemente, que será efectiva porque “hará sentir al contrario la contundencia de los insultos y malas maneras” que se utilicen contra él. Es, pues, preciso que cada candidato obre de acuerdo a condiciones de vida que tiene y que podrían servir para hacer el bien y desterrar el mal de sus prácticas políticas, de su moral y de la consistencia que crea tener en familia y en su comportamiento en la vida, en el llano o en el poder.

En el pueblo, siempre hay la esperanza de que los políticos actúen conforme a la moral, que destierren el odio y las mezquindades, que entiendan que el país es de todos sin distinción alguna y que lo bueno y noble de la vida se conquista con valores y principios que son instrumentos de vida y sembradores de esperanzas.

 
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