Uno de los problemas sociales a los que las autoridades no prestan atención es la ola de embarazos de niñas y adolescentes en el país. Entidades serias como el Fondo de Población de Naciones Unidas y otras nacionales han comprobado que cada 3 horas una menor de 14 de años se embaraza en Bolivia o sea 8 embarazos cada día, sin contar lo que ocurre con adolecentes hasta los 18 años. La misma fuente anota que en 2018 se registraron 2.921 embarazos de menores de 14 años. Prácticamente la tasa más alta de la región.
Estudios sostenidos de campo han establecido que en el área rural se obliga a niñas a convivir en pareja con sus propios violadores o con hombres mayores. Con los violadores, como medio de “limpiar” y compensar la vejación. Estas uniones casi siempre derivan en madres multíparas que a los 18 años tienen 4 hijos con todas las penalidades que ello implica.
Las niñas impúberes corren esta suerte con la “complicidad” -se dice- de las autoridades comunitarias y de la propia comunidad. Sin embargo, se aprecia que la mencionada complicidad es una forma de encubrir los aspectos culturales ancestrales decisivos, no declarados por los investigadores por el cuidado de no incurrir en un demérito de ese sector social y sus derivaciones políticas. La “complicidad” de los mandos comunitarios responde a su deber de mantener las costumbres seguidas a través del tiempo.
También influyen en el concubinato prematuro de las niñas del campo motivos de su sobrevivencia, problema originado en la crecida población del medio, en gran parte fruto de esas uniones tempranas. En cambio, la descendencia viril no está exenta de una derivación en la delincuencia a la que da lugar la migración campo-ciudad. Un ejemplo a nuestra vista es El Alto. Las Uniones forzadas traen consigo el sufrimiento de la obligada, empeorado por la violencia del varón hacia la concubina, delatando al machismo como herencia ancestral.
No en vano una mayor parte de feminicidios se dan en el campo. Hasta ahora se carece de un estudio de los sectores sociales en relación con este delito en crecimiento, colocando al país también entre los de mayor incidencia. Por otro lado se responsabiliza a los padres por falta de orientación a sus hijos sobre sexualidad. Junto a esta ausencia es notoria y censurable la falta de cuidado familiar sobre los menores, omisión por la cual son alarmantes los embarazos de colegialas. Trasciende la violación de casos como el de una menor de 11 años embarazada por un niño de 12 años, su compañero de aula. Sobrecoge que una madre haya abandonado a su hija en venganza por la denuncia a su padrastro por violación…
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