Las pasiones políticas están enardecidas, pues estamos inmersos, nuevamente, en un proceso electoral que, en vez de unirnos, nos desune.
Se imponen tiempos electorales, que implican la bronca, el insulto y el menosprecio, entre otras actitudes.
Para algunos este proceso es cuestionable, por ciertas irregularidades, según sostienen. Por consiguiente proliferan las denuncias, en ese sentido, a fin de desvirtuar su seriedad y credibilidad. Éstas trascendieron, inclusive, fuera de nuestras fronteras. Pero otros, en contraposición a estas manifestaciones, lo acompañan de manera decidida y firme.
Eventos de esta naturaleza siempre fueron objetados, por uno u otro motivo, no sólo acá sino en países vecinos y del mundo. Ni los de arriba ni los de abajo estuvieron satisfechos. Todos buscaban un proceso electoral acorde a sus pretensiones políticas, a la medida de sus enunciados programáticos.
Sabemos que en este proceso no se vislumbra una posible confrontación de ideas, de proyectos y programas de gobierno. Quizá más adelante veremos y analizaremos estos insumos básicos del quehacer político, en tiempos electorales, sea cual fuere su tendencia o color. Con esta afirmación queremos significar que nadie ofrece algo. Que nadie dice cómo va a gobernar en el hipotético caso que ganara en octubre. Que nadie sugiere proyectos para erradicar la pobreza y extrema pobreza. Tampoco para generar empleo.
Indudablemente que se ha posesionado el debate sobre temas insustanciales, distraccionistas y otros, que no tienen relación alguna con el futuro del país. El objetivo parece que es confundir, para arrancar réditos electorales.
“Ahora es cuando”, dice la sentencia popular. Parece que se estaría plasmando aquello. Por lo tanto: acusaciones vienen, acusaciones van. Y se expone “los trapitos al sol”, para vergüenza nuestra, para vergüenza de la democracia que fue reconquistada luego de una dura travesía dictatorial. Para vergüenza de quienes practican política a tiempo completo. Para vergüenza de oficialistas y opositores.8
Basta: si el proceso electoral adolece de algunas irregularidades, habría que tratar de solucionarlas mediante común acuerdo. Buscando no siempre el consenso sino sobre posibles puntos de coincidencia. Para decirle a la comunidad internacional, desde el corazón de América del Sur, que en Bolivia hay convivencia civilizada. Y que el entendimiento y la tolerancia guían nuestro cotidiano ser.
Y que derechas e izquierdas respondan a esta inquietud con desprendimiento y humildad. Que nadie trate de eludir su responsabilidad en esta hora decisiva. Aún tenemos un margen, posiblemente corto, pero valioso, hasta octubre próximo, para limar asperezas, en la histórica perspectiva de fortalecer la democracia y transparentar el proceso electoral 2019.
En suma: las posibles soluciones para los conflictos que nos preocupan hoy, están en manos de los propios bolivianos.
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