Acabo de concluir la lectura de un pequeño libro que pese a su tamaño tiene mucho que enseñar, su título: “El caballero de la armadura oxidada”, el cual en su conjunto es una metáfora para explicar la conducta humana y cómo ésta nos puede llevar por caminos equivocados.
El comienzo ya nos da una síntesis del personaje: “Hace ya mucho tiempo, en una tierra muy lejana vivía un caballero que pensaba que era bueno, generoso y amoroso. Hacía todo lo que suelen hacer los caballeros buenos, generosos y amorosos. Luchaba contra sus enemigos, que eran malos, mezquinos y odiosos”.
Pero dedicado a esos nobles empeños, nuestro personaje acaba olvidándose de dos de los queridos miembros de su reducida familia: Julieta y Cristóbal, su esposa e hijo. Para remate, tan empeñado estaba en sus luchas por el bienestar del mundo que “con el tiempo el caballero se enamoró hasta tal punto de su armadura, que se la empezó a poner para cenar y a menudo para dormir”.
Obviamente esa es la metáfora: madre e hijo ya tan solo veían a su ser querido en un retrato porque andaba por todo lado matando dragones y luchando contra injusticias. Pero llega un momento en que el caballero decide sacarse la armadura y no puede hacerlo, ni siquiera para comer.
Sale apresuradamente en busca del herrero, pero éste estaba ocupado y no puede atenderlo, al otro día no podía ni siquiera retirar el yelmo para comer y vuelve donde el herrero, quien después de varios intentos no logra sacarlo de la armadura, debido a que ésta se encontraba completamente oxidada.
Esa noche la esposa ya no podía darle la comida y él le comenta que el herrero no logró sacarle la armadura. Ella no le cree y le tira el plato con comida a la cara. Éste no la siente hasta que la salsa comenzó a chorrear por los orificios de la visera.
Frente a todo ese desastre nuestro personaje decide salir en busca de alguien que pueda sacarlo de ese armatoste. Tiene que ser fuera del reino. Monta en su caballo y sale muy temprano para despedirse del rey, pero al cruzar el puente levadizo de ingreso al palacio se encuentra con el bufón del palacio, que estaba tocando su flauta, el cual le informa que el rey acaba de salir a una nueva cruzada.
El bufón le sugiere que para sacarle de la armadura visite al mago Merlín, quien con sus poderes sí podría hacerlo. Tomando el consejo, nuestro atribulado caballero se adentra en el bosque en busca del Mago, después de varias peripecias finalmente lo encuentra.
Al verlo tan débil por falta de alimento, le da una bebida que bebe con una pajita. Le pregunta qué era la bebida y Merlín le responde: Vida. Merlín le dice: ¿No te pareció amarga al principio y, luego, a medida que la degustabas, no la encontrabas más apetecible? Después hay largos diálogos acompañados de dos personajes: una ardilla que lo alimentaba con nueces y le hablaba y una paloma, Rebeca, con la cual por sugerencia de Merlín envía una carta a su hijo Cristóbal. La paloma regresa pronto con una respuesta. La nota estaba en blanco, la explicación del mago: tu hijo no te conoce lo suficiente.
Merlín le dice que para poder salir de la armadura tiene que enfrentar tres desafíos, los cuales se inician por un sendero al cual lo conduce el mago; el primero, el Sendero de la Verdad, muy empinado para llegar a la cima. Pero al llegar a ella perdería la armadura. A ese estrecho tenía que seguir sin su caballo por lo estrecho del mismo. Tiene que ir acompañado de la ardilla para que lo alimente y de Rebeca y le da una llave para el acceso a los castillos que debe cruzar. El primer castillo se llama Silencio, el segundo Conocimiento y el tercero Voluntad y Osadía.
Para concluir a medida que superaba los obstáculos de cada castillo, aprendía lecciones sobre la vida y perdía una parte de la armadura, hasta que finalmente llega a la Cima de la Verdad, donde se encuentra con un canto rodeado una inscripción: “Aunque este Universo poseo, nada poseo, pues no puedo conocer lo desconocido si me aferro a lo conocido”.
En resumen, mediante las metáforas de todo el texto se dan lecciones sobre la vida y la necesidad de tener la suficiente humildad a lo largo de toda ella, gracias a lo cual se puede ser feliz.
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