Las contradicciones son enormes y siguen creciendo. A la vez los funcionarios del gobierno hacen notables declaraciones afirmando que obtienen éxitos en la lucha contra el narcotráfico. Pero mientras se proclama que el problema está siendo eliminado y es un triunfo, los hechos van en sentido contrario y desmienten las apreciaciones oficiales.
Hace unos diez años, el gobierno de Evo Morales aseguró que iba a reducir las áreas de cultivo de coca, eliminar el tráfico de estupefacientes, en fin, acabar con esa ilícita actividad, etc. Además, para hacer efectivo ese anuncio expulsó del país a la DEA, e hizo lo mismo con el Embajador de Estados Unidos. Reorganizó los mecanismos contra las drogas, agregó que iba a reducir las superficies de cultivo de la hoja y, en síntesis, acabar con el narcotráfico o, por lo menos, ponerle coto.
Todo fue muy agradable al oído y no menos la exhibición de cuadros y “tortas” estadísticas, machaconamente difundidas por los medios de comunicación.
Sin embargo, entretanto, el primer mandatario en ningún momento dejó de ser Presidente de los cocaleros del Chapare de Cochabamba, zona que produce casi toda la coca dirigida a la industrialización y destinada a producir cocaína, que después es exportada en avionetas a razón de varias toneladas al día, con destino a Brasil y Paraguay, de donde se distribuye a todo el mundo.
De otro lado, el primer mandatario ofreció en forma insistente que la lucha contra la producción y tráfico de cocaína fue exitosa, que había superado en gran medida los procedimientos de la DEA y que el país iba camino de la solución del problema.
Empero, bajando de las nubes y retornando a la realidad, ahora resulta todo lo contrario. En efecto, se cultiva el arbusto de la coca en más del doble que hace doce años; sube la producción de cocaína, de kilos a toneladas; se exporta a diario desde decenas de pistas de aterrizaje de Beni y Santa Cruz; se apresa a centenas de traficantes en Bolivia y países vecinos; se incauta cocaína en capitales europeas; en Estados Unidos se sentencia a la cárcel a destacados jefes de policía; se descubre mafias en esferas de los órganos Judicial y Ejecutivo; se encarcela a gran cantidad de agentes de policía, se implica a funcionarios del Estado, por decir lo menos, lo cual revela que algo huele mal en el Estado plurinacional.
Ante esos datos no queda sino preguntarse ¿qué ha ocurrido con la lucha contra el narcotráfico? ¿Ha sido un éxito o es un fracaso?
Los lectores tienen la palabra.
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