Registro
La temporada de elecciones está a las puertas y empiezan a aparecer objeciones fruto de la mala costumbre y del desconocimiento de las normas que rigen una democracia en la que el debate entre candidatos es una norma esencial. Nadie puede negar que los debates ayudan a contrastar las opiniones de los candidatos que pretendan ganar preferencias del electorado. En una Sociedad como la nuestra, con limitaciones para un acceso amplio a la información y a las ideas primordiales que sustentan el pensamiento de quienes aspiran a ganar el apoyo popular, eludir el debate equivale no solo a menospreciar a los adversarios, menosprecio extensivo a toda la sociedad, sino también a esconder un temor carente de lógica ante una supuesta superioridad del rival siquiera en algunos temas fundamentales. Eso puede ser un disparo en el propio pie, pues a ningún elector le agradaría que su candidato rehúya competir con ideas ni que aparezca débil a los ojos de los electores ni tampoco que se sienta temeroso de perder ante las miradas del público, pues eso equivaldría a perder los debates de antemano.
Al cabo de década y media en el poder, no es admisible que el presidente Evo Morales y su partido pretendan rehuir un debate franco para que el elector juzgue la calidad de quienes pretenden su voto. Esta premisa es válida para todos los candidatos a cargos electivos. En un juego auténticamente democrático, no hay excusas para rehuir la confrontación civilizada de ideas.
La importancia de los debates presidenciales emergió como fórmula imprescindible para cotejar ideas y percepciones, como el que sostuvieron Richard Nixon y John F. Kennedy a fines de la década de 1950. Fue el primer debate televisivo nacional transmitido en Estados Unidos. Curiosamente, no fueron las ideas las que definieron el favor del público. Por todos los registros históricos, fue la apariencia de los candidatos. En la televisión, el candidato republicano Nixon no tuvo mayor cuidado con su apariencia y lució mal afeitado, frente al cuidado impecable que lució el demócrata Kennedy. No fue solamente eso. Jugó un papel de primer orden la locuacidad del demócrata al articular sus ideas de manera convincente y directa para un público que por primera vez asistía a un debate de ese nivel.
Al presidente Morales no se lo ha visto debatir públicamente con sus rivales en las elecciones nacionales, salvo en 2002, cuando hace 17 años debatió con Gonzalo Sánchez de Lozada. La teleaudiencia vio como ganador del debate a Sánchez de Lozada (EL DIARIO, 5 de junio 2019).
En las demás ocasiones, rehusó el debate. El argumento más difundido ha sido que los candidatos opositores carecen de un “programa” de gobierno con miras al bicentenario de la República, en 2025. El argumento es difícilmente sustentable, pues no es necesaria una gran imaginación para identificar las necesidades más apremiantes, especialmente en educación, salud y obras de infraestructura. Si a estas alturas hay alguna razón para que alguna organización que aspire a conducir los destinos del país las desconozca, de hecho estaría descalificada. A menos que pueda comprometerse, bajo un escrutinio periódico, a avanzar resueltamente en campañas educativas y aspire a premios de prestigio internacional que pongan de relieve la calidad de la educación nacional o el despliegue destacado de sus institutos médicos. (O que se busque retroceder las manillas del reloj hasta antes del 1 de octubre pasado, la fecha en la que la Corte Internacional de La Haya decidió que Chile no tiene obligación legal de discutir con Bolivia una salida soberana al mar).
Otros razonamientos a menudo repetidos son saludos a la arrogancia que, por ser tales, carecen de sustento y credibilidad.
http://haroldolmos.wordpress.com
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |