Conforme a su misión pastoral, la Iglesia Católica ha exhortado a los partidos políticos que eviten los extremos de una “guerra sucia” que solamente acrecienta rencores y resentimientos, rivalidades y desconfianzas, intenciones malsanas entre los militantes de partidos políticos y hasta entre los diferentes candidatos. Consciente de su misión exhortó a conservar principios de paz y convivencia entre todos porque solamente en armonía y entendimiento se podrá arribar a acuerdos que favorezcan a toda la colectividad.
En su homilía, el arzobispo de Santa Cruz, en representación del episcopado, expresó: “La presencia de Jesús en la vida de los cristianos significa cultivar la paz, muy distinta a la paz del mundo que a menudo es un equilibrio de fuerzas, de dominación de unos sobre otros, de la violencia y de la guerra”. Efectivamente, la paz proclamada por intereses y conveniencias creados por ideologías que muchas veces conducen a hechos contrarios al bien común, han servido, en la historia de la humanidad, para dividir más a los hombres y han creado las condiciones para enfrentamientos en “busca” de una paz que muchas veces significó lograr una paz débil e incierta, la necesaria para encontrar nuevas razones para más enfrentamientos; en cambio, la paz pregonada por la palabra de Jesucristo busca que sea permanente y sincera, amplia y libre de condiciones que dividan al ser humano, una paz que se base en el amor y la comprensión entre todos.
En nuestro país, como en muchos del mundo, muchas veces los actos electorales son causa de pugnas y divisiones, de muestra de ambiciones y posiciones antagónicas que solo buscaron el debilitamiento del contrario, pese a que las exhortaciones han sido bien recibidas, pero que en la práctica de las campañas electorales se hizo lo contrario por causa de enfrentamientos, insultos, violencia y publicidad deshonesta con miras a dañar a los contrarios y con la falsa creencia de que esas actitudes “conquistarán” el voto popular, cuando en realidad consiguieron efecto contrario.
Bien sería que todos los candidatos actúen con la sindéresis, limpieza y caridad necesarias y exhorten a su militancia partidista que observe conductas serenas y honestas, libres de insultos y actitudes contrarias al derecho que tienen todos a realizar campañas electorales a favor de sus candidatos; que los jefes o candidatos a importantes cargos en la República pidan que sus adherentes y partidarios obren bajo principios de comprensión y tolerancia, que hagan honor a las promesas de que siendo gobierno actuarán solamente en beneficio del país y del pueblo. Son, pues, los candidatos los llamados a obrar, en primera y última instancia, en planos de respeto y armonía.
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