Con rasgos sociales diferentes, con lenguas diversas y costumbres encontradas, nuestros mayores, entre militares y civiles, lograron construir este jirón patrio, que se honra con el nombre de Bolívar, desde aquel memorable 1825. Es una realidad digna de ponderación.
Este legado, histórico por supuesto, deberíamos refortificarlo, en tiempos de paz y de convulsión social, en la perspectiva de preservar la unidad nacional, sobre todo interés mezquino, regional o partidista.
Pero los resabios del regionalismo, a estas alturas del Siglo XXI, que promete perspectivas de cambio, aún se reaglutinan y movilizan, en desmedro de la unidad, de la conjunción de esfuerzos y la comunión de ideales integracionistas. Lo hacen de manera nefasta para los supremos intereses del país, provocando, con esa actitud, suspicacias, en la ciudadanía.
Ello se advierte, particularmente, en los eventos electorales, de carácter nacional, promovidos para elegir a gobernantes y parlamentarios. Se discrimina a quienes se alimentan con yuca. Asimismo a los que consumen chuño. De veras que la pelota rebota de un sector a otro, en una práctica del ping pong político. A raíz de ello ningún candidato es digno de recorrer el territorio patrio en libertad y con garantías. Es que las barreras del regionalismo surgen en el lugar y el momento menos pensado. E inclusive se denigra a la mujer oriunda de las tierras ubérrimas.
El regionalismo, en el pasado mediato, ha provocado el enfrentamiento fratricida. Es que entonces no tuvieron la voluntad política para levantar puentes de entendimiento y tolerancia. Tampoco tuvieron la capacidad suficiente para profundizar el derrotero de una Bolivia única. La falta de acuerdos políticos, en torno a la unidad nacional, llevaron al país, a la ruina, en aquellas jornadas, vergonzosas.
Existieron grupos sociales que asumieron el regionalismo creyendo que su cultura era superior a otras. Regionalismo que se pavonea en tiempos que la integración ha incursionado abriendo surcos propicios para cultivar la amistad, la cooperación y el entendimiento, por el bien común. Una iniciativa, ejercitada desde antaño en la región, que nos permitirá aceptar los retos del futuro. Que nos permitirá trabajar, en forma mancomunada, por un mañana mejor. Integración que representa un paso decisivo para avanzar de cara al Siglo XXI.
Los bolivianos, de los cuatro puntos cardinales, debemos esforzarnos por consolidar la unidad, en la diversidad, para renovar nuestros lazos de hermandad e impulsar el desarrollo en el concierto de las naciones de la región y del mundo.
En suma: el regionalismo no contribuye a consolidar los proyectos que redundan por el engrandecimiento nacional. En absoluto.
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