Optimismo ministerial

Como resultado de los enormes ingresos financieros que tuvo el Estado como efecto directo de la extraordinaria alza de precios de las materias primas (gas, oro, estaño, zinc, soya, etc.) desde el año 2006, jamás en la historia económica de Bolivia el Estado había gozado de tan ingentes cantidades de dinero, (excepto breves períodos de los gobiernos de Andrés Santa Cruz y Hugo Banzer).

Sin embargo, el Estado actual, administrado por su caudillo, el presidente Evo Morales, pese a disponer de tanto dinero, no hizo desarrollar la esencia del país como sí hicieron algunos otros gobiernos pese a contar con mínimos ingresos, debido a bajísimos precios de las materias primas de exportación.

Esa situación de crisis, que en el pasado enfrentaron el Estado y el país en general, durante más de cien años, fue providencialmente superada durante el gobierno actual, régimen que, sin mayor esfuerzo, tuvo la enorme suerte de no padecer carencia de recursos, debido precisamente a la increíble subida de los precios de nuestras materias primas de exportación. En efecto, las arcas del Estado se vieron llenas de ingentes caudales, libremente disponibles por sus administradores, lo que les permitió gozar de trece años del tiempo de las vacas gordas.

Desde entonces, el Estado boliviano fue favorecido por multimillonarias cantidades de dinero disponible de origen externo o sea de las exportaciones de gas, etcétera. Pero mientras esos sectores eran explotados, otros, como la minería, agricultura, turismo, etc., quedaron en el olvido o subestimadas en plano secundario, o bien la riqueza fluyó por los senderos de la corrupción o el derroche en “elefantes blancos”.

Pero lo destacable es que, si bien el país mostró alguna estabilidad económica, no fue debido al trabajo y producción de sus ciudadanos, sino al ingreso de dinero de las exportaciones tradicionales que “congelaron” al país en condiciones coloniales y feudales. La situación sería diferente si la riqueza hubiese sido producida por los trabajadores para potenciar a la nación y no para el extractivismo saqueador.

Pero he aquí que nuestro inteligente Ministro de Economía no toma en cuenta esos hechos y tampoco atribuye la creciente crisis actual a la baja de las cotizaciones internacionales, al mismo tiempo que asegura que “seguimos creciendo” y pese a la caída de los precios internacionales creceremos ¡“mucho más!, optimismo lógico cuando se administra el Estado con dinero, que cuando no hay suficientes recursos…