Lecturas de un viejo profesor
José Carlos García Fajardo
“Hacer de cada espacio donde se esté un lugar limpio, aireado, claro, un oasis para uno mismo y para los otros”.
Sus padres formaban parte de sendas familias aristocráticas con gusto por lo intelectual; al morir su madre cuando Marguerite solo tenía diez días de vida, su padre se encargó de educarla en lenguas clásicas y lecturas filosóficas desde muy temprana edad.
En este contexto se desarrolla la personalidad de una de las novelistas, traductoras, poetisas y dramaturgas clave de las letras francófonas -y universales-: Marguerite Yourcenar.
Entre 1929, cuando publica su primera novela, “Alexis o el tratado del inútil combate”, y 1951, año en el que ve la luz su obra maestra “Memorias de Adriano”, Marguerite traduce a Virginia Woolf, Henry James o Yukio Mishima, publica numerosas y aclamadas obras, además de impartir clases de Literatura comparada en Nueva York. La guerra mundial la empujará a iniciar una etapa personal y profesional en Estados Unidos que se prolongará hasta su muerte, en 1987.
La obra que sigue la vida y la muerte del emperador Adriano fue un éxito rotundo y la situó entre los grandes de la Literatura moderna. Su manera de documentarse y de desarrollar la novela histórica marcó un antes y un después en este género. Su rico estilo dio como fruto otras novelas de raíz historicista, como “Opus Nigrum”, además de ensayos, poesía y sus memorias, en tres volúmenes.
Fue la primera mujer de la historia en convertirse en miembro, de la Academia Francesa. Sus archivos personales y obra literaria son guardados en la Houghton Library de la Universidad de Harvard y nos descubren una riqueza en la visión emocional del ser humano, una aproximación a la esencia de la persona y de las relaciones, de las pasiones, de un valor y calidad artísticos impresionantes. Solo cabe leer algunas de sus frases:
“Escucha con la cabeza, pero deja hablar al corazón”.
“Más allá del dolor y la alegría, la dignidad de ser”.
“Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad”.
“Nada es más lento que el verdadero nacimiento de un hombre”.
“Observar las disciplinas humildes. Fidelidad en las pequeñas cosas”.
“El verdadero lugar de nacimiento es aquel donde por primera vez nos miramos con una mirada inteligente”.
“Solo se está a gusto cuando se es libre, y disimular nuestras opiniones es aún más molesto que cubrirnos la piel”.
“Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee”.
“Hacer de cada espacio donde se esté un lugar limpio, aireado, claro, un oasis para uno mismo y para los otros”.
“Por mi parte, creo que aquel espíritu inculto era de los que se dejan atrapar por sus propias mentiras, y que el fanatismo corría en él parejo con la astucia”.
“El sufrimiento nos hace egoístas porque nos absorbe por entero: sólo más tarde, en forma de recuerdo, nos enseña la compasión”.
“Todos nos transformaríamos si nos atreviéramos a ser lo que somos”.
“El presente es un momento fugaz, aunque su intensidad lo haga parecer eterno”.
“Todo placer, sentido con gusto, parece casto”.
“Las leyes cambian menos rápidamente que las costumbres; son peligrosas cuando quedan a la zaga de éstas, pero aún lo son más cuando pretenden precederlas”.
“La vida es el misterio de todo ser humano: es tan admirable que siempre se la puede amar”.
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