Las encuestas de empresas especializadas se basan casi siempre en datos empíricos de carácter numérico o, más propiamente, en datos positivos y específicos que permiten sacar algunas conclusiones inmediatas, ya sean optimistas o pesimistas. Sin embargo, la mayoría de esas encuestas no toma en cuenta otros factores que puedan ofrecer datos más seguros y correctos y que permitan obtener resultados electorales más correctos.
Hasta el presente, las encuestas acerca de las próximas elecciones han sido solo de carácter empírico y, por tanto, de tipo numérico que permiten solo conclusiones elementales, pero no son, en todo caso, dignas de confianza absoluta o hay que considerarlas como relativas. Esos procedimientos empíricos son ya tradicionales y hasta conservadores, y, pese a todo, tienen su valor, sirven de guía y no son desechables.
Aparte de esas encuestas empíricas, existen otras basadas en aspectos de carácter histórico y político, aunque menos frecuentes o desconocidas, pues no son aún utilizadas en el país y recién son aplicadas en otras naciones. Su método se basa en el seguimiento de sucesos sociales que se constituyen en datos objetivos innegables, por estar sometidos a procesos, ayudan a obtener conclusiones de mayor precisión y, finalmente, son confirmados por la realidad.
Se da el caso, por ejemplo, de las próximas elecciones nacionales. Las encuestas han sido hasta ahora de base numérica, subjetiva. Así, una recordación sobre elecciones podría recordar que se realizaron por lo menos cuatro referéndums, en los cuales el gobierno fue derrotado sucesivamente. La tendencia de esos referéndums era negativa al gobierno y el resultado natural sería la derrota en la consulta del 21F.
El seguimiento de esa tendencia empírica mostró, a su tiempo, que el gobierno iba a ser derrotado. En efecto, ocurrió que el oficialismo se basó en los engañosos números y no en los antecedentes históricos que le eran desfavorables, que le condujeron a una situación catastrófica de la cual no puede salir.
De otro lado, la oposición se guio por datos objetivos y no confió en las cifras y, por tanto, asistió al referéndum con seguridad de ganar, como efectivamente ocurrió.
Al respecto, en la actualidad se confía en la misma forma. Es más, las encuestadoras siguen operando a ciegas y creando, por supuesto, falsas esperanzas por aferrarse a premisas subjetivas. Están sometidas a referencias que no ayudan a obtener conclusiones de precisión y un mínimo grado de falibilidad, como cuando el oficialismo iba a ser derrotado en el referéndum del 21F.
Por otro lado, la oposición se guio por datos más objetivos y no confió en las cifras de las encuestas, por lo que fue al referéndum con la seguridad de triunfar, como efectivamente ocurrió, y así la práctica confirmó que la idea era correcta.
En la actualidad ocurre el mismo procedimiento de pronóstico empírico que ignora la existencia de la lógica y mientras algunos sectores tienen fe ciega en esas encuestas, otros miran las cosas con procedimientos de otro tipo, que les permiten actuar con más seguridad.
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