Entre 2007 y 2014 escribí en este diario cinco artículos relativos al fútbol, describiendo los crónicos y anunciados fracasos, explicando por qué clasificamos para el mundial de 1994 y lo que debería hacerse para mejorar la calidad de nuestro fútbol. Vuelvo a hacerlo por el reciente vergonzoso papel en la Copa América, en la que fuimos la única selección (entre 12) que perdió los tres partidos y mostró un fútbol demasiado pobre. Espero no volver a hacerlo. Lo que sigue es un resumen actualizado de dichos artículos.
Nos clasificamos por primera y única vez en las eliminatorias para la Copa Mundial de 1994, porque contamos con un equipo de muchos talentosos futbolistas, algunos en el apogeo de su carrera, como nunca había ocurrido antes. Para este logro mucho tuvieron que ver las academias Tahuichi Aguilera en Santa Cruz y Enrique Happ en Cochabamba, que entonces funcionaban a plenitud. Luego de dicha clasificación, no solo fracasamos en las eliminatorias, si no siempre estuvimos en los últimos lugares.
Sin embargo luego de los fracasos y antes de la siguiente eliminatoria, los dirigentes de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) sobreestiman la capacidad del equipo de fútbol, ensalzan la aptitud del nuevo director técnico y todos hablan de la clasificación. Muchos periodistas deportivos, a pesar de conocer la realidad del fútbol, y por lo tanto siendo conscientes que la clasificación no será posible si no sube en extremo la calidad y formación de los futbolistas, extrañamente se suman a los argumentos de los dirigentes y del director técnico. Cuando estamos mal y con puntaje mínimo, nos venden la esperanza de que todavía tenemos la probabilidad matemática de clasificar, que nunca se dio. Nos venden ilusiones y ocurre que gran parte de la ingenua hinchada les cree. Al final borrón y cuenta nueva, en espera de la siguiente farsa cuatrienal. Por ello, los culpables del fracaso del fútbol somos todos.
Como en cualquier industria, lo vital es contar con materia prima de primera calidad (por ejemplo no se puede hacer un buen pan con mala harina) y la materia prima del fútbol son los futbolistas; los resultados en torneos internacionales de selecciones son consecuencia de la calidad y la abundancia de ellos. Resulta entonces lógico que en el fútbol los resultados sean consecuencia de un proceso largo y bien planificado, tendiente a la formación de nuevos y buenos jugadores, para una continua renovación, como existe en otros países y no en el nuestro, porque priman otros intereses de los dirigentes de la FBF (los anteriores salpicados por fuerte corrupción desde la FIFA) y de los clubes.
Los jugadores son mucho más importantes que el director técnico. Un mal técnico puede lograr buenos resultados con buenos jugadores, pero uno bueno no lo hará con malos jugadores. Por ejemplo el mismo técnico con el que clasificamos al mundial de 1994 (donde fuimos eliminados en la primera fase), ni de lejos pudo repetir su campaña en las eliminatorias para el mundial de 2014. Con el equipo que tenemos, poco o nada podrían hacer, entre otros técnicos, Josep Guardiola o Jurgen Klopp.
Las siguientes consideraciones:
a) En Sudamérica somos el país que menos jugadores exporta.
b) No tenemos un solo jugador en equipos de primer nivel en los países que mejor pagan: Inglaterra, España, Italia y Alemania o en los que practican el mejor fútbol de Sudamérica, Argentina y Brasil, como existe en el resto de los países sudamericanos.
Nos posibilitan afirmar que no tenemos futbolistas de calidad internacional, que nos permitan abrigar esperanzas de clasificación para la Copa Mundial, o de una buena actuación en la Copa América.
El único camino para mejorar la calidad de nuestros futbolistas es su formación desde niños en academias de fútbol, en los aspectos físico, técnico, estratégico, sicológico y disciplinario con directores técnicos bien capacitados, preparadores físicos, médicos, sicólogos y nutricionistas. Estas academias pueden recuperar su inversión e inclusive ganar, con los jugadores que forman y venden.
La parte estratégica es importante, porque una excusa recurrente de los directores técnicos de nuestra selección es que no tuvieron el tiempo suficiente para entrenar, con los pocos jugadores que llegan del exterior, cuando en muchas de las otras selecciones la mayoría de los jugadores vienen del exterior y los técnicos no se quejan de no haber tenido el tiempo suficiente.
Paralelamente a esta formación deben realizarse torneos infantiles y juveniles que serían muy competitivos, de donde saldrían los mejores que jueguen en equipos de la Liga, en sus selecciones y algunos en los famosos equipos europeos, donde ganarían mucho dinero. Ni un solo jugador boliviano ha alcanzado este objetivo. Además los clubes de la Liga deberían estar obligados a tener un equipo juvenil.
Así lo entendió Venezuela, a la que la selección boliviana le ganó 7 a 1 en su país en 1993, que luego de ello emprendió un sostenido proceso de formación de jugadores, que desde varios años atrás, ya cosecha los resultados en todas sus divisiones. Su mejor participación en una Copa Mundial sub-20 ha sido el subcampeonato en 2017.
Debemos dejar atrás nuestro arraigado cortoplacismo y ponernos en acción. Si la FBF no puede hacer funcionar academias de fútbol, tal vez podrían hacerlo algunos empresarios. El pueblo boliviano les estaría eternamente agradecido.
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