Polarización electoral con alianza de clases

El anuncio y preparación de elecciones generales emitido por el gobierno a principios de año y, enseguida, la convocatoria a ese importante evento, ha movilizado la actividad política de la ciudadanía para definir cuál fuerza política se hará cargo del manejo de las riendas del Estado.

En ese sentido, en creciente ansiedad, la población ha pasado a prepararse para el 20 de octubre próximo y, al presente, se observa una clara polarización política de la opinión pública en torno a dos posiciones: la primera, legalista que respeta la Constitución y se opone al prorroguismo presidencial y, la segunda, la oficialista, que viola la Constitución y desconoce la más alta y sagrada decisión del pueblo soberano, emitida en el referéndum del 21 de febrero de 2016 y que no permite la eternización en el poder de un solo organismo partidario.

Esa situación terminó por producir una radical polarización política en la sociedad boliviana y gran parte de ella se decidió definitivamente por el respeto a la Constitución, mientras, al contrario, la otra, inconsecuente con la obra de su propia creación (vale decir la Carta constitucional), decidió que el presidente actual sea reelegido y se arraigue indefinidamente en el gobierno.

Se produjo así una radicalización de las partes en conflicto y cada tendencia se atrinchera en sus respectivas posiciones. Por un lado, la fuerza opositora que, de hecho, quedó formada por una alianza de clases, entidades sociales, cívicas y política en defensa de la voluntad del Soberano y, por otra, la tendencia oficialista.

Es de observar que, ante la convocatoria a las elecciones, los partidos de la oposición anunciaron una alianza general para enfrentar al oficialismo. Sin embargo, ese intento de unidad se resquebrajó en pequeños partidos enquistados en intereses sectarios e individuales, pero que, a poco andar, sin norte ni guía, volvieron su mirada a su objetivo inicial de formar una sola alianza opositora y retornar a su idea original de una alianza única.

En efecto, se observa que las fuerzas sociales de oposición vuelven su mirada a su programa original de unidad en torno a una sola candidatura y así, mientras unos grupos renuncian a sus candidaturas, otros se desintegran, haciendo que sus seguidores se incorporen a su idea original de llevar una sola marca para obtener una victoria contundente en defensa del 21 F y la recuperación de la democracia.