La dictadura

El Consulado y la Dictadura fueron instituciones de la era republicana de Roma. Los cónsules eran dos, elegidos por la asamblea del pueblo y se controlaban mutuamente, si uno de ellos disentía de una decisión quedaba nula, su período era de un año. Ellos mandaban el ejército, presidian las sesiones del Senado, debían rendir cuentas al término de su gestión. Sin embargo, el Senado constituía el verdadero gobierno, pudiendo enjuiciar a los cónsules y aun suspenderlos de su mandato. Una rebelión contra la República dio lugar a la creación de la Dictadura y desde entonces se establecía por motivo de guerra, peligro externo o interno. Durante la dictadura el titular asumía la suma de los poderes y subordinaba al resto de los magistrados. El Dictador cesaba en su mandato en cuanto la paz y la seguridad se restablecieren.

Se ve claramente que la dictadura en Roma era legal, estaba reglada por el derecho y no surgía por decisiones propias o arbitrarias, cual las dictaduras contemporáneas. Modernamente las constituciones sustituyen esta figura por el Estado de Sitio o de Excepción en caso de peligro interno o externo. El Poder Ejecutivo reserva para sí algunas atribuciones propias del Legislativo y debe restituirlas cumplido el plazo de duración o restablecido el orden.

Cayo Julio César fue elegido Cónsul después de su victoria sobre el sector más conservador del Senado. No era un ciudadano cualquiera, su carrera política ya había tenido recorrido como Cuestor, Edil y Pretor. Con Pompeyo y Craso conformó el primer Triunvirato. En lo militar, Julio César venció a los celtas y conquistó los territorios que hoy corresponden a Francia, Bélgica, Países Bajos, Alemania y penetró en Britania.

Triunfante de una nueva guerra civil liderada por Pompeyo, -antiguo amigo suyo- se hizo designar Dictador Vitalicio y fue virtual amo de Roma hasta los idus de marzo, día de su asesinato. Este personaje había destacado también como orador y escritor. Sólo quedó en pie a través del tiempo su tratado de Autonomía, entre varias obras escritas, pero desaparecidas.

Rivalizan con el concepto de dictadura, los de autocracia, cesarismo y otros, algunos lindantes en el extremo de la tiranía. Estas distorsiones de gobierno, por regla general, se asientan en la concentración de todos los poderes del Estado en una sola persona, por tanto, es un poder absoluto. Diríamos que están de moda las dictaduras con apariencias democráticas.

Se tiene como cesarismo la asunción al poder de un hombre de armas o militar, por vías violentas. Se denomina, a su vez, dictadura si el poder se obtiene por medios ilícitos. No es raro su origen mediante golpes de Estado. Un mandatario elegido legalmente puede derivar en dictador o aun en tirano, cuando la conservación del poder lo conduce a la manipulación y la discrecionalidad o al abuso y al terror, o a una combinación de ambos.

Se considera césares a Cayo Julio César, al inglés Oliverio Cromwell, al prusiano Otto von Bismarck, al chileno-inglés Bernardo O´Higgins. En nuestro continente son tildados de dictadores y hasta de tiranos: J. Domingo Perón, Augusto Pinochet, Hugo Chávez, Nicolás Maduro y Daniel Ortega. En el país, para moralizarlo se declaró dictador el presidente José María Linares. Además muchos gobernantes del Siglo XIX se delatan como tales por sus actos. En el Siglo XX Germán Busch asumió la dictadura, fue héroe del Chaco y terminó suicidándose. Los gobiernos militares entre 1971 y 1982 son reputados como dictaduras.

Muchos gobernantes latinoamericanos ascendieron al gobierno por vía electoral y democrática, pero derivaron en dictadores. Su careta democrática se perpetúa detrás de elecciones de dudosa transparencia y de un Órgano Legislativo dócil y amañado. Una o varias elecciones manipuladas para ratificarlos en el mando, son tan ilegales como un golpe de Estado. La apariencia formal no cambia la esencia. Muchas voces y criterios tildan al actual Gobierno en función dictatorial. Los sencillos aportes expuestos son suficientes para que el amable lector califique como dictadura o no a la actual Administración.

El autor es jurista y escritor.