Severo Cruz Seláez
A partir de octubre de 2019 Bolivia ingresará a una nueva etapa de la historia política latinoamericana. La transición del nuevo gobierno estará rodeada de simpatías y antipatías. Ciertamente que “nadie es monedita de oro para caer bien a todos”.
A lo mejor, en este marco, sea recomendable, que más adelante, es decir después de aquella fecha, se consensuara una concertación nacional, con la participación de todos los actores políticos, nos referimos a ganadores y perdedores en las justas electorales, a fin de esbozar opciones en la búsqueda del bienestar y progreso del país.
Similar a una reunión cumbre, que estuvo de boga en los últimos tiempos, pero a partir de una agenda que dé prioridad a los supremos intereses nacionales, muy al margen de aquellos sectarios y particulares. Que los concurrentes, pasando por alto los colores políticos, las ideologías y asumiendo un gesto de humildad, se sometan a los designios de la Patria y contribuyan, con ideas y actitudes, a levantar en alto el nombre de Bolivia, ahora más que nunca.
Que la concertación signifique un intento de limar asperezas, de superar las diferencias y olvidar las rencillas, en la histórica perspectiva de promover un clima de entendimiento, cordialidad y armonía, por el bien común.
Que de la concertación política surja una Bolivia unida y no dividida. Una Bolivia fuerte y respetada. Una Bolivia, aunque pequeña y con reducida población, que acepte los retos del futuro, sin oscilar. Una Bolivia que ofrezca mejores días a sus hijos.
Concertación nacional, entiéndase también como el reencuentro del oriente y occidente, de ricos y pobres, que delibere con respeto, altura y sabiduría, tratando de visualizar el futuro de la nación boliviana, en un mundo donde los países grandes, con poblaciones numerosas, buscan liderar a la humanidad, en consonancia con sus principios político – ideológicos.
Concertación nacional que renueve los propósitos tendentes a lograr el desarrollo nacional con justicia social. Que los que tienen poco, tengan derecho a la vida. Por lo menos que tengan lo suficiente para alimentar, para educar y profesionalizar a sus descendientes.
Ese evento tendría que realizarse, necesariamente, por iniciativa del nuevo gobierno que surgirá de las urnas, en octubre del presente año. Pero previa consulta con todas las fuerzas vivas del país. Y, obviamente, cuando las condiciones objetivas y subjetivas estén dadas, en territorio patrio, para tal cometido.
Lo importante e histórico será reunir, en la mesa del diálogo, concertación y entendimiento, a voceros de las distintas corrientes políticas, quiénes tendrían que corroborar su fe en los destinos de Bolivia y reiterar, además, su voluntad política para proyectar un venidero promisorio.
En suma: de la concertación Bolivia deberá emerger renovada, fortalecida y con nuevos desafíos.
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