Economía de palabras
Carlos Miranda Pacheco, ex ministro de Hidrocarburos y ex presidente de YPFB, hizo de adivino en una columna de opinión en junio pasado: anunció que se acababa la venta de gas natural a Brasil.
Pues ahora el Consejo Administrativo de Defensa Económica de Brasil (CADE) ha decidido esta semana ordenar a Petrobras que suspenda su participación accionaria en el gasoducto Bolivia-Brasil, que venda sus acciones del más largo gasoducto de Sudamérica, pero además que suspenda las importaciones de gas.
Esta orden dispone que se suspenda la compra de 10 millones m3/d, que es exactamente el volumen que Brasil estaba comprando, después de haber llegado a los máximos volúmenes. Esto se veía venir, pero nadie había pensado que podía llegar ahora, en este año, antes de las elecciones.
Es decir que dentro de poco Bolivia quedaría como único propietario del gasoducto que costó unos 350 millones de dólares dentro de territorio boliviano, y que se financió con un préstamo de Petrobras a YPFB.
El contrato, recordaba Miranda, comenzó a ejecutarse el 11 de julio de 1999, cuando el gasoducto sirvió para llevar los primeros volúmenes de gas boliviano, que debía ser por 7 millones m3/d.
La interpretación del Ministro de Economía es muy diferente. Dice que Brasil y Argentina, ahora que tienen gobiernos neoliberales, han hecho tan mal las cosas que consumen cada vez menos gas boliviano, porque sus economías están en crisis, aunque ambos países dicen haber descubierto enormes reservas de gas que hacen innecesario comprarlo de Bolivia.
Ya se sabe que con los años el volumen fue aumentando hasta llegar a los 31 millones m3/d que se aplicó de manera religiosa, incluso reventando cabalgaduras, durante los años del alto precio.
Así se agotó San Alberto, porque había que enviar todo el gas posible, hasta que el campo comenzó a agotarse y, según los expertos, se inundó, con lo que pasó a mejor vida el mayor campo de gas encontrado jamás en Bolivia, en 1991.
Mientras se exprimía San Alberto, y se generaba los ingresos increíbles de 53.000 millones de dólares, que fueron despilfarrados, no se hacía inversiones en exploración, por lo que ahora la posibilidad de suspender las exportaciones a Brasil parece una bendición: no hay gas disponible.
Alguien dijo que Brasil sabe mejor que Bolivia cuánto gas queda en las reservas bolivianas. Suspender las compras es anticiparse al agotamiento de las reservas.
Algunos países suelen hacer previsiones.
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