Semblanza de Ramiro Luján
> “He nacido directo a ver esculturas”, afirma Luján, para entonces el hogar de su familia no contaba con “adornos” de ningún tipo, sino, estaba repleta de figuras
Gustavo Ramiro Luján Melazzini nació el 17 de febrero de 1966, en medio del trabajo artístico, tanto de su abuelo como de su padre o un “bosque de esculturas”, como él mismo lo llama. El primero era un pintor y guitarrista, de quien más que su influencia artística logró afectar el aspecto espiritual de Luján, posteriormente, el trabajo de Emiliano Luján, su padre, quien además logró ser un escultor reconocido en Bolivia hasta hace solo algunas décadas, sí tuvo una influencia marcada en el artista.
El mayor impacto que recibió Ramiro cuando era niño fue el trabajo de su padre: “He nacido directo a ver esculturas”, para entonces el hogar de la familia Luján no contaba con “adornos” de ningún tipo, sino, estaba repleta de esculturas.
Desde los cuatro años, el artista comenzó a asistir al taller de su padre, en La Paz, donde comenzó a familiarizarse con la arcilla y otros materiales, aunque por ser aún muy pequeño, su padre también le proporcionaba plastilina para que la modelara. Emiliano murió cuando Ramiro aún tenía nueve años, sin embargo, su edad no le limitaría a continuar solo su carrera, recordando lo que había aprendido en el taller de su padre, Ramiro emprendió su arte de forma independiente.
La influencia ha sido muy directa de mi padre y sobre todo por ese estilo de esculturas que él manejaba… entonces yo empecé a modelar esculturas, tal vez copiando la idea de monumentos de mi padre y, aún hoy conservo aquellas piezas en plastilina.
A la edad de 14 años, Luján comenzó a notar la importancia de sus obras que, aunque en la década de los 70 no fueron trasladadas de la plastilina a materiales más profesionales, las piezas fueron calificadas, por él mismo, como obras de arte y, en la actualidad, estas piezas pequeñas aún son conservadas por el artista.
LIBROS DE ANATOMÍA
Me gustaba mucho dibujar, desde muy pequeño, agarraba los libros de anatomía de mi padre, dibujé y copié mucho la anatomía de los libros publicados por Andrew Lumis. A partir de entonces fue cuando empecé a crear dibujos más elaborados y con un estilo mío.
A partir de entonces, Ramiro toma clases de dibujo durante un año con Roberto Valcarcel, cerca de 1982, este curso le permitió a Luján acercarse mucho a la especialidad.
En 1987, para profundizar sus conocimientos, Ramiro ingresa a la Carrera de Artes Plásticas en Universidad Mayor de San Andrés en La Paz, sin apartarse de su producción escultórica independiente, exposiciones en salas de arte y ventas. Pero permanecer activo en el arte no le deja mucho tiempo para continuar sus estudios de manera continua y se ve obligado a abandonar la universidad por algunos lapsos de tiempo, aunque finalmente la acabaría.
SUS MAESTROS
“A lo largo de mis estudios, mis principales maestros fueron Silvia Peñaloza, ella era muy exigente en dibujo, me enseñó a volver a comenzar el dibujo desde cero, me educó mucho en el manejo de sanguíneas y lápiz sin borrar, me acrecentó la idea del dibujo como tal...”.
Durante el proceso de sus estudios en la universidad, Luján notó que su aprendizaje era insuficiente por lo que decidió buscar a otros artistas que ya ejercían el arte a mayor nivel.
He podido aprender de Ted Carrasco, mientras él elaboraba…, me enseñó a tallar el mármol. Él trabajaba en la San Francisco, cuando hacía el monumento al Mariscal de Zepita, una escultura de mármol, ahí yo aprendí a tallar el mármol junto con los hermanos Montealegre. Y Ted sí me enseñó mucho lo que es la concepción de la escultura como tal.
Como “ver” una obra de arte en la especialidad de Luján, habría sido lo más importante que Carrasco le enseñó y que hasta la fecha esa forma de trabajo es aplicada por el artista.
Cualquier boceto o escultura pequeña que él hacía para hacerla en grande, él me la mostraba levantándola en la mano y me mostraba la espacialidad de la escultura. Donde un monumento no era el tamaño, sino la pieza.
Maestros como Ricardo Pérez Alcalá, amigo de su padre, pudo transmitirle tres ideas básicas sobre la elaboración de obras: “qué, cómo y para qué uno hace arte”. Si una persona podía responderse a sí misma las tres preguntas, a criterio de Álcala, entonces sí estaba haciendo arte, modo en el que Luján abordaría sus obras hasta la fecha.
Gil Imaná fue otro gran artista que pasó como maestro de Ramiro, que entre “charlas”, sobre temas como lo “conceptual” de la obra: Las charlas no son muy normales con él, él decía una cosa que me gustó mucho, como que la obra de arte no es lo que uno plasma como tal, sino la idea que uno tiene, la idea es una concepción básica de la obra de arte. Para Imaná la obra de arte no era la que se plasmaba en un papel sino la que uno elaboraba dentro de uno mismo.
Uno hace la obra de arte, no pensando sino sintiendo, donde la mano es un medio por el cual uno hace las cosas. Hay que educar las manos, la parte de sicomotricidad fina para realizar una obra buena.
Por último, Benedicto Aiza le facilitó una copia de un libro sobre composición más una breve explicación y con todo ello, Luján se encierra en su taller para poner en práctica todo lo aprendido y aplicando sobre todo la composición aurea para sus esculturas.
Trabajaba desde las ocho de la mañana hasta las tres de la madrugada del día siguiente. Siempre tratando de sacar una pieza por día, siempre tratando de hacer bocetos previos, trabajando mucho en lo que es la composición… Ahora todo lo que tú ves en escultura mía se basa mucho en composición aurea.
María René Centellas
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