Nunca hemos sido partidarios ni de los paros ni de los bloqueos, porque nos parece una manera primitiva y salvaje de reclamar, pero el MAS ha impuesto esta forma de agredir a los gobiernos constitucionales, de paralizarlos, y entonces sus adversarios han adoptado la misma táctica, haciéndoles tomar de su propio veneno, como ha sido el paro contundente del martes pasado en Santa Cruz.
La diferencia entre los paros de ahora y los que armaban los cocaleros, está en que en los que encabezaba S.E. había un propósito infame de dañar la economía del país. Por ejemplo, los campesinos de entonces bloqueaban durante semanas la carretera Cochabamba-Santa Cruz, con la exclusiva intención de malograr las exportaciones cruceñas y provocar daño a propósito.
Probablemente haya un paro masivo a nivel nacional, pero se trata de la única forma de protesta con que se puede hacer entender al régimen que los bolivianos no queremos ser atropellados y burlados por las mentiras y la falta de palabra de S.E., que ha decidido tomarse el poder para sí. Además, está la exigencia de que renuncien los descarados mercenarios del Tribunal Supremo Electoral (TSE), que con su desfachatez están haciendo un juego repugnante para que la candidatura oficialista gane.
Estamos a mediados de julio, lo que significa que no quedan sino tres meses para las elecciones generales. Mientras la candidatura inconstitucional de S.E. sigue corriendo, la oposición no puede inclinarse por un candidato, está indecisa, justamente porque los opositores no reconocen al binomio oficialista (prohibido por la Constitución y remachado por el 21-F) que al negarse a acatar la ley está poniendo en riesgo el sistema de derecho.
No son los opositores los que están obstruyendo el proceso constitucional con sus demandas, sino S.E. y sus mercenarios al insistir en participar en los comicios de octubre próximo para los que está inhabilitado. Si S.E. no reconoce la letra de la Constitución ni el voto del referéndum, que se olvide de tener paz social. Las farsas y los embustes del régimen más mentiroso que se recuerda, ya no se puede aceptar. Sabemos, sin embargo, que S.E., además de ambicioso, está preso por un entorno que tiene pánico a perder el poder y que no lo va a dejar renunciar a la candidatura de ningún modo.
Lo único que no se podría esperar es que la oposición declare la abstención electoral. El MAS, dichoso de su suerte, ganaría con el 100% de los sufragios y se quedaría con todos los curules. Ante esta circunstancia tan grave, la oposición no puede esperar que pase más tiempo, a todas luces a favor del oficialismo. Por tanto, ojalá que con encuestas confiables, que deberían aparecer en un par de semanas, se establezca quién es el candidato opositor con mayores posibilidades de victoria frente a lo que parece inevitable enfrentar.
Hasta ahora nadie sabe cómo marchan Carlos Mesa y Oscar Ortiz, supuestamente los mejor posesionados. Lo único cierto es que no dejan de lanzarse dardos y hasta dicterios, en vez de empeñar su voz en destruir, uno a uno, todos los argumentos que expone cínicamente el MAS para quedarse en el poder, luego de haber malgastado 45 mil millones de dólares, con los que, bien administrados, Bolivia sería otro país.
En un mes más deberíamos tener el panorama claro, porque después será demasiado tarde. Si pese a todas las acciones y movilizaciones se mantiene el despreciable TSE y por tanto sigue la candidatura de S.E., significa que habrá llegado la hora de que uno de los dos postulantes ( Ortiz o Mesa) se aparte del camino para que quede uno solo en pelea, conciliando conjuntamente listas de parlamentarios. Dividir el voto además de una imbecilidad sería un suicidio.
Hay algo de lo que debemos ser conscientes: el voto debe ir contra S.E. no solo por ser un mal gobernante, sino porque no hacerlo es entregarse a una dictadura. No importa tanto quien sea el nuevo presidente, como que se vaya S.E. del poder.
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